Patricio Mateos-Quesada
Parece que todas las especies deben pasar por su particular calvario, por su cuello de botella en el que cíclicamente se produce una brutal selección en donde los animales peor dotados pagan su tributo, en muchas ocasiones con su propia vida.
Patricio Mateos-Quesada
Nos acercamos a una nueva temporada de la caza del corzo, pero no todos podemos hacerlo bajo similares perspectivas: cazadores, propietarios, gestores e incluso científicos, cada uno bajo su capota, mochila o carpeta, guarda una razón con la que acometer esta nueva temporada.
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Abril es un mes generoso, de abundancia y de regeneración. También lo es de preparación para lo que está por venir si atendemos a los estiajes del sur peninsular donde el alimento escaseará hasta apartar a muchos individuos de manera definitiva. Pero abril es, sobre todo, una carrera y la opción obligada por la que deben pasar individuos de multitud de especies para desarrollarse casi de manera definitiva, junto con mayo, y poder alcanzar el estado de adulto.
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Buena parte de los comentarios respecto a la biología del jabalí que hicimos durante el mes anterior, bien podrían aplicarse para marzo, ya que ambos meses pueden considerarse de paridera en ambiente mediterráneo, y ser, además, marzo el periodo en el que comienzan los partos en las latitudes más septentrionales.
Patricio Mateos-Quesada
La expansión que ha experimentado el corzo en los últimos años es bien conocida por los aficionados o estudiosos de este cérvido. Desde las poblaciones estables existentes en la Cornisa Cantábrica se han expandido, y lo siguen haciendo, por todo el sur de los Pirineos hacia el este; y de esas mismas poblaciones, hacia el sur, se introducen paulatinamente por todas aquellas sierras y arboledas con un mínimo de condiciones para albergar a la especie.
Partos y trofeos, por separado
Patricio Mateos-Quesada
Febrero viene marcado por la finalización de la caza mayor. Es tiempo de cuentas y balance de la temporada cinegética, tanto en lo personal como en el resultado de las diversas monterías celebradas en las diferentes fincas o comarcas.
Escasez y abundancia al tiempo
Patricio Mateos-Quesada
Enero. Comienzo de año y ecuador de la temporada de la caza mayor. Pero en lo que al jabalí respecta, aún no se ha cruzado el eje central de su ciclo vital una vez establecido su inicio con el celo de la especie. Sería éste un mes duro en un análisis cómodo; es decir, sin preocuparnos mucho de desmembrar lo que sucede en las diferentes poblaciones peninsulares de la especie.
Patricio Mateos-Quesada
Diciembre marca un nuevo punto de inflexión en el comportamiento entre los individuos de diferentes sexos en el jabalí. El celo está pasando y los machos comienzan a tomar rumbos diferentes al de las hembras. Gestación, ahora, y paridera y cuidado de la cría, después, no es cosa de ellos y cada hembra debe afrontar por sí misma toda la crianza.
Patricio Mateos-Quesada
Lejos quedan ya los rigores y las consecuencias de las penurias estivales. Por muy mal que la otoñada haya comenzado, los individuos han recuperado fuerzas y es muy diferente la composición de los grupos y las migraciones que éstos hacen entre el sustento diario y el encame. Ahora existe una cuestión por encima del resto en las ocupaciones de los jabalíes: el celo. Un celo que lo condiciona todo y que de alguna manera marca el arranque del ciclo en la especie.
Patricio Mateos-Quesada
Pasado septiembre, pasadas las penurias. Las lluvias caídas hasta ahora y a lo largo de este mes, aún sin ser abundantes, darán a los campos un cambio que resultará ser vital para muchos extenuados jabalíes después del largo transcurrir por el estío.
La supervivencia de los mejores
Patricio Mateos-Quesada
Comienza el recorrido que proponemos a nuestros lectores sobre la biología y gestión del jabalí. Tal y como sucediera con la anterior serie sobre el corzo, proyectaremos a lo largo de un año y narraremos en cada uno de los meses lo que acontece, paso a paso, en el ciclo anual del jabalí.
Patricio Mateos-Quesada
A vueltas con el corzo y ya en los confines de la primavera con el verano, muchos buscan en esta especie un sabor diferente al disfrutado en temporada de la mayor. La caza del corzo supone la antítesis de la algarabía ligada a las pasadas monterías y, el pausado rececho en su busca, nos lleva de la mano al contacto tranquilo e íntimo con la naturaleza.
Patricio Mateos-Quesada
Mayo es el mes en el que podemos establecer el inicio del ciclo del corzo desde el punto de vista de la biología de la especie. El fin último de cada individuo, tanto en machos como en hembras, será perpetuar sus genes en la siguiente generación, y las crías son las depositarias de esa última voluntad biológica propia de la especie, la capacidad de sobrevivir de sus progenitores y la destreza del macho a la hora de conseguir un vehículo para sus propósitos, se materializa en forma de un nuevo ser para la siguiente generación.
Patricio Mateos-Quesada
La convergencia parece llegar, por fin, a nuestras poblaciones ibéricas de corzo después de varios meses con notables diferencias en lo referido a sus actividades y a sus momentos biológicos.
Patricio Mateos-Quesada
Ya podemos establecer el paso del período más duro para buena parte de los corzos peninsulares, aunque, como viene siendo habitual en el conjunto de la población ibérica, la más dura para algunos estará por llegar con los calores del estío.
Patricio Mateos-Quesada
De nuevo febrero se presenta como un mes donde las diferencias comportamentales entre las poblaciones de corzo, siguen siendo conspicuas. Podemos seguir hablando del corzo del norte y el del sur, del que mantiene una territorialidad anual y del que está sufriendo los mayores rigores invernales de la Península.
Patricio Mateos-Quesada
De nuevo nos encontramos en enero con un momento del año en el que parecen reñidas las conductas en las diferentes poblaciones ibéricas de corzo, más en lo que respecta a los machos y no tanto en las hembras.
Patricio Mateos-Quesada
En el anterior capítulo sobre la biología del corzo aclaramos cómo el clima condicionaba el arranque y final de sus diferentes ciclos. Y si este punto está aclarado, ¿qué más cuestiones cabría considerar en relación al clima y los ciclos del corzo? Pues precisamente esto: los arranques y los finales de cada ciclo.
Patricio Mateos-Quesada
Resulta evidente la diferencia que entre dos poblaciones se establece en la España peninsular a la hora de fijar los patrones básicos de la conducta. Dos poblaciones diferentes sobre todo en aspectos comportamentales que no tanto morfológicas; a este respecto, cabría hacer otras consideraciones que no vamos a tratar en este capítulo.
Patricio Mateos-Quesada
Entramos en época de paréntesis para la especie. Tal y como vimos en el mes anterior, el celo ha finalizado definitivamente y bien podríamos hablar de aquello con lo que tanto relacionamos a esta especie: el silencio.
Patricio Mateos-Quesada
Dos intereses diferentes, el de los machos y el de las hembras, que nos conducen a dos circunstancias bien distintas para analizar en el corzo durante el mes de septiembre. Podemos incluso establecer dos puertas que comienzan a cruzar nuestras poblaciones en función del lugar en el que se encuentren dentro del solar peninsular.
Patricio Mateos-Quesada
Hasta bien poco, el sabor de la caza mayor en verano era de único plato. Cuántas noches llenaba el jabalí las ilusiones de tantos aficionados y calmaba el desasosiego producido por el obligado parón entre ambas temporadas de la mayor: una, la noche de la ronda o el aguardo, y otras mil con la ilusión de su llegada. Ahora el corzo es parte de esa espera entre ambas temporadas.
El corzo en la Sierra de San Pedro
Patricio Mateos-Quesada
Es la evolución de las poblaciones extremeñas de corzo todo un fenómeno en el que entran a formar parte numerosas variables relacionadas con la naturaleza. De una población que debió ocupar buena parte de nuestras sierras y montes, a principios de los años ochenta se veía relegada al único lugar de Extremadura: los aledaños del pico Villuercas.