Diego
Amanecía en la sabana, perdón, amanecía en la terrible estepa rusa, mi amigo recorría nervioso la estancia, las viejas tablas que formaban el suelo de la cabaña de caza, crujían escandalosa y lastimeramente bajo sus botas. La imagen del enorme oso fundiendo su negrura con la de la noche se repetía una y otra vez en la noche, el hombre de la escopeta de cañones recortados y el pequeño perro, había mantenido fijo el foco, el gran oso erguido y de espaldas proyectaba su sombra contra la siembra en la que se alimentaba, el fallo parecía imposible, sin embargo el proyectil 300 W Mágnum, esta vez no encontró su objetivo.
Diego
Amanecía en la sabana, mi amigo descorrió la cremallera de su tienda y salió al exterior, el sol africano bañaba de fuego la interminable llanura, cerró los ojos, la imagen del gran búfalo desplomándose a escasos metros de sus pies, abatido por el certero disparo de Nik, el profesional, se repetía una y otra vez en su cabeza, todavía sentía el temblor en sus piernas, se habría percatado aquel alto y rubio cazador de que el intenso terror le había atenazado los músculos, impidiéndole disparar sobre el animal herido, recordó su sonrisa y el breve movimiento de cabeza a izquierda y derecha y comprendió que sí.