Las cifras son elocuentes: sólo en Sudáfrica, donde viven del 70% al 80% de la población mundial de rinocerontes, el aumento de su caza furtiva es dramática: 13 rinocerontes fueron abatidos en 2007, 448 en 2011, y en los cuatro primeros meses de 2012 ya son 200 los que perecieron a manos de cazadores ilegales.
Este incremento se debe al alza de la demanda de cuernos de rinocerontes, utilizados en la medicina tradicional asiática. Su precio en el mercado negro se avecina al del oro, alrededor de 66.000 dólares (50.000 euros) el kilo, coinciden fuentes.
La caza furtiva de rinocerontes también ha aumentado en Kenia, Zimbabue y en los países vecinos, aunque las cifras son menos alarmantes.
A este ritmo, el número de rinocerontes sacrificados cada año corre el riesgo de superar próximamente el número de nacimientos, advirtió el Grupo de gestión de rinocerontes (RMG) de la Comunidad de Africa Austral.
La especie se encaminaría en ese caso a una inexorable disminución, hasta su posible extinción.
Porque estos macizos animales de formas prehistóricas han estado ya al borde de la extinción. Los rinocerontes blancos y negros, las dos subespecies africanas, fueron casi exterminados en los siglos XIX y XX.
Desde hace varios años, gracias a los esfuerzos de conservación y al trabajo de formas de ganadería muy lucrativas, la población de rinocerontes está de nuevo en aumento. Se estima actualmente en 20.700 el número de rinocerontes blancos en África y en 4.800 el número de negros.
Este éxito —frágil pero que hace resurgir algunas esperanzas— podría venirse abajo por la reanudación de la caza furtiva.