Mancomunar el mascotismo

Mancomunar el mascotismo

En este artículo abordamos el tema de los gatos callejeros. Las mal llamadas ‘colonias felinas’ proliferan en ciudades y pueblos al calor de una percepción social del mundo animal que se decanta cada vez más por lo afectivo en detrimento de lo útil. Describimos los impactos negativos de estos gatos no confinados y revisamos las opciones disponibles para su gestión con el trasfondo del actual debate sobre el borrador de ley de protección, derechos y bienestar de los animales.


El gato es un carnívoro solitario, no social y mucho menos colonial, de la familia de los felinos. Su nombre científico es Felis catus o, quizá más correctamente, Felis silvestris catus. En Europa existe un gato salvaje, el gato montés (Felis silvestris), igualmente solitario y cada vez más escaso en la mayor parte de España. El gato montés presenta diferentes subespecies o variedades en Europa, Asia y norte de África. Se cree que los gatos fueron domesticados a partir de una o varias de estas subespecies en el Cercano Oriente, probablemente durante el neolítico, coincidiendo con el desarrollo de las aldeas agrícolas del Creciente Fértil.

La domesticación del gato, que nunca llegó a ser completa, se ha visto complementada en las últimas décadas con una amplia disponibilidad de alimentos procesados, arenas absorbentes, y cuidados veterinarios. Esto ha incrementado su popularidad como mascota hasta el punto de que en 2021 había en España unos 6 millones de gatos registrados. Uno de cada cuatro hogares tiene al menos un gato. Parte de estos gatos registrados tienen acceso al exterior. Además, hay una cantidad desconocida de gatos asilvestrados y gatos callejeros sin dueño.

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Virtudes y defectos

Quienes hemos tenido gatos como mascotas apreciamos su belleza, su carácter imprevisible y sus ocurrencias. La relación afectiva que se establece con un animal de compañía es muy valiosa, especialmente para las personas que viven solas. Desde una perspectiva utilitarista, si las vacas producen leche y carne, las mascotas producen compañía. Sin embargo, poseer un animal para disfrutar de su compañía también implica responsabilizarnos de él en cuanto a alimentación, espacio, cuidados veterinarios y demás necesidades. Esta responsabilidad se diluye en las mal llamadas “colonias felinas”.

Los gatos no confinados causan impactos negativos que afectan a la habitabilidad en el medio urbano, a la conservación de la biodiversidad, y a la salud pública. Los impactos sobre la convivencia en el medio urbano ocurren al acceder a contenedores de basura y dispersar su contenido, al originar molestias durante celos y peleas o por sus heces y orines, así como por la proliferación de restos de comida y otros residuos en torno a puntos de alimentación. La abundante disponibilidad de comida para gatos callejeros lleva, además, a la proliferación de especies-plaga como ratas y jabalíes. En Barcelona, sin ir más lejos, se ha comprobado que los jabalíes urbanos prefieren zonas próximas a las “colonias” de gato.

El impacto de los gatos sobre la biodiversidad es dramático, siendo considerados como una de las especies invasivas con mayor impacto sobre las especies amenazadas. En China se calcula que los gatos no confinados matan cada año de 2,5 a 8 mil millones de anfibios y reptiles, 2,7-5,5 mil millones de aves, y 3,6-9.8 mil millones de mamíferos, además de peces e innumerables invertebrados. En Estados Unidos, los gatos matan anualmente 2,4 mil millones de aves y 12 mil millones de mamíferos. Esas son las cifras del “sufrimiento animal colateral”. Más allá de esas cifras, la capacidad de los gatos para reducir poblaciones de vertebrados autóctonos, llevándolos en ocasiones hasta su extinción, está fuera de toda duda. Otros efectos negativos de los gatos sobre la biodiversidad ocurren por cruzamiento con el amenazado gato montés, así como por transmitir enfermedades a gato montés, lince y otros carnívoros amenazados.

Por último, los gatos, especialmente aquellos con insuficiente seguimiento veterinario, suponen un riesgo para la salud. Los gatos son portadores de diversos patógenos, muchos de los cuales son transmisibles a las personas, o zoonosis. Esto incluye virus como el de la rabia, bacterias como los agentes causales de la salmonelosis y de la tuberculosis zoonótica, y parásitos como los protozoos Toxoplasma gondii y Leishmania infantum, o diversos nematodos, así como hongos causantes de tiña.

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Herramientas de actuación

Este problema se da en dos ámbitos, el del medio natural y el del medio urbano. En el medio natural, el control de gatos se hace necesario por su impacto sobre especies-presa y para la protección de los felinos silvestres. En el medio urbano dominan las motivaciones relacionadas con la habitabilidad y la salud pública. Sea cual sea la motivación principal, las herramientas de actuación son limitadas, aunque existen múltiples variantes en cada una y, además, pueden darse distintas combinaciones:

  • Monitorizar la población de gatos.
  • Actuar sobre el hábitat reduciendo la disponibilidad de refugio y alimento.
  • Actuar de forma preventiva sobre los gatos mascota.
  • Control letal.
  • Captura mediante jaulas-trampa y posterior confinamiento o eutanasia.
  • Captura para esterilización y posterior suelta.
  • No actuar.

Antes de intervenir en cualquier sistema natural es necesario conocerlo bien y disponer de herramientas para monitorizar su evolución a lo largo del tiempo. Sólo así podremos evaluar de forma objetiva el éxito o fracaso de cualquier actuación. Un buen programa de monitorización de la población felina debería incluir los siguientes elementos: (1) registro e identificación electrónica de los gatos con propietario; (2) censo de puntos de alimentación con su localización y características; (3) realizar estimas de abundancia periódicas de gatos no confinados mediante métodos establecidos y replicables; (4) estudios sociológicos considerando la diversidad de actitudes frente al problema; (5) análisis de riesgos personalizado, considerando las circunstancias locales en cuanto a biodiversidad y zoonosis. Una monitorización completa, integrada, permitirá diseñar estrategias de gestión viables y adaptadas a cada entorno.

Actuar sobre el hábitat reduciendo la disponibilidad de refugio y, sobre todo, de alimento, parece una de las opciones más sensatas pues actúa a largo plazo, resulta poco costosa, y tiene eficacia comprobada en dos aspectos. Primero, porque la prohibición de aportar alimento, caso de implementarse correctamente, redundará de forma inmediata en una reducción de las molestias relacionadas con el aporte de comida. Segundo, por las consecuencias a medio plazo para la dinámica de la población gatuna. Se trata de cerrar los bajos de edificios y los huecos en descampados y edificios abandonados, que ofrecen refugio a los gatos callejeros. Pero, sobre todo, se trata de impedir el acceso de los gatos a contenedores de basura u otras potenciales fuentes de alimento, así como de prohibir de forma estricta -bajo riesgo de sanción- el aporte de comida en los llamados “puntos de alimentación”.

Otra opción ataca el origen de una parte de los gatos no confinados. Se trata de actuar sobre los dueños de gato, mediante información, y sobre sus gatos, mediante esterilización. Es importante informar a los dueños de gato y al público sobre los problemas derivados de los gatos no confinados y la consiguiente necesidad de evitar el acceso de sus gatos al exterior, así como sobre la oportunidad de esterilizar a los gatos de compañía. Esta es una de las opciones de gestión mejor aceptadas por el público. La información debe personalizarse para cada grupo de interés. También es posible compensar económicamente a los dueños de gato para que procedan a esterilizar a sus animales, o incluso, obligarles a ello en determinadas circunstancias como propone el proyecto de ley actualmente en trámite. Estas actuaciones pretenden reducir los eventos de reproducción y, con ello, la incorporación de nuevos individuos a la población de gatos no confinados. El problema es que se puede afectar a la salud del gato esterilizado, al mantenimiento del pool genético, y a la libertad individual de los dueños de gato. En el caso del proyecto de ley español, además, la esterilización se propone sólo para un sexo en caso de poseer gatos de ambos sexos, lo que apenas mejoraría la situación.

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El control letal directo es muy utilizado cuando la motivación proviene de la conservación de la biodiversidad. En muchas islas, por ejemplo, se utilizan venenos y otras formas de control letal de gatos para intentar salvar especies endémicas fuertemente amenazadas por este predador. En Europa, el control letal está cayendo en desuso por la creciente percepción afectiva hacia el mundo animal y los consiguientes cambios regulatorios, acertados o no. La gestión de gatos mediante su captura con jaulas-trampa ofrece ventajas. Entre ellas, la posibilidad de identificar al individuo cuando porta un microchip y retornarlo a su dueño o responsable, eventualmente con la consiguiente sanción. Los gatos sin dueño pueden ser eutanasiados o confinados en establecimientos apropiados para su mantenimiento o posible adopción como animal de compañía. En cualquiera de los dos casos, la consecuencia deseable es la reducción del número de gatos no confinados.

La captura de gatos no confinados para su esterilización quirúrgica y posterior retorno al medio se conoce como “captura, esterilización y suelta” (CES) y goza de popularidad al no recurrir a métodos letales ni al confinamiento indefinido. Cuenta, además, con distintas variantes. Por ejemplo, los gatos capturados pueden ser objeto de analíticas y, eventualmente, eutanasiados en caso de positividad a infecciones relevantes. Existe un amplio debate en torno a la técnica CES. En Europa y Estados Unidos es una herramienta frecuente para la gestión de gatos callejeros, mientras que en Australia se encuentra prohibida por razones de conservación de la biodiversidad. Su éxito deriva de su naturaleza no-letal más que de su eficacia. A su vez, esa eficacia depende de una aplicación profesional, intensa, sostenida, a gran escala espacial, e integrada con otras herramientas de gestión como la monitorización y la información. Por lo tanto, una óptima aplicación del CES resulta costosa. Es importante recordar que un gato esterilizado y retornado seguirá causando los mismos problemas.

Finalmente está la opción de no actuar. Aunque suene absurdo, puede ser una opción lógica cuando escasean los recursos y siendo conscientes de que una actuación tipo CES con escaso alcance tendrá los mismos resultados, es decir, ninguno. Pero a mayor precio por el coste de servicios veterinarios y establecimientos para animales recogidos. Las últimas dos opciones son, seguramente, las más frecuentes en los municipios españoles. En cambio, la apuesta por una buena monitorización seguida de actuaciones sobre el hábitat (refugio y alimento), es mucho más rara. Por no hablar de las opciones que incluyen control letal. Esto se debe al riesgo de castigo electoral al que se expone quien se arriesgue a proponer intervenciones menos populares, especialmente en el ámbito urbano. La consecuencia más común es una gestión ausente o, en el mejor de los casos, manifiestamente mejorable.

Conclusión

Los gatos no confinados causan problemas graves que necesitan gestionarse de forma profesional. Primeramente, con monitorización, información y actuaciones sobre la disponibilidad de refugio y alimento. Cuando esto no resulte suficiente, convendrá aplicar técnicas eficaces de control poblacional. Las estrategias que integren varias herramientas tendrán mayor eficacia.

Pero en la mayoría de las situaciones, los gatos no confinados permanecen incontrolados o son objeto de actuaciones poco eficaces y con insuficiente fundamento científico. Esto, además de no solucionar los problemas, resulta injusto. En un pueblo o una ciudad, todos pagamos nuestra contribución para la recogida y gestión de basuras. Mancomunamos ese servicio porque todos generamos residuos. Los alimentadores de gatos disfrutan de la compañía de unos animales que les agradan. Pero toda la sociedad sufre las consecuencias y contribuye con sus impuestos a costear infraestructuras, gastos de mantenimiento y cuidados veterinarios. Eso es mancomunar el mascotismo.

Referencias

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