Las migratorias requieren una gestión internacional

Hoy nadie pone en duda que la caza hay que gestionarla. Con las especies cinegéticas autóctonas es incuestionable. Si queremos tener perdices, conejos y liebres tenemos que aplicar una gestión cinegética adecuada que pasa por mejorar el hábitat: limpiar y adecentar las charcas existentes o poner bebederos, sembrar, quitar monte, hacer majanos si la tierra es muy dura, hacer múltiples comederos y, por supuesto, no cazar más de lo debido.


Lo hacemos porque son especies que nacen y mueren en nuestro coto, son nuestras, sólo podemos cazarlas nosotros. Pero cuando se trata de especies migratorias, la cosa cambia y se complica. Son especies, todas aves, que un día estarán en nuestro coto y al siguiente puede que se hayan ido a otro lugar. Por tanto, las cazaremos cuando estén en nuestro coto, generalmente con intensidad porque mañana puede que se hayan ido. Bueno, podemos hacer cosas para que permanezcan en el coto el mayor tiempo posible, y lo mejor para esto es no molestarlas en exceso. Sobre todo, respetar sus zonas de dormida y no tirarlas en sus comederos, sino en los pasos, cuando vuelan hacia ellos. Y no machacarlas por la mañana y por la tarde. Y si tenemos la suerte de tener una dormida dentro de nuestras lindes, no tirar por la tarde en sus alrededores, y menos, dentro.

Pero con las migratorias voy más allá. Son especies que necesitan una gestión más global, incluso internacional. De qué sirve que en nuestro coto, en nuestra autonomía e incluso en todo un estado las cacemos moderadamente, prohibiendo su caza a partir de una hora por la tarde para que duerman tranquilas o poniendo cupos si después en otra autonomía o estado se cazan sin ninguna restricción. Y de qué sirve que un estado limite su caza si después donde esa especie se reproduce o pasa la primavera se desecan o contaminan humedales o se las envenena para que no dañen ciertas cosechas, cosa que parece que pasa con la tórtola en ciertos países africanos donde pasan el invierno.

Por ello, los cazadores que disfrutamos de estas especies migratorias deberíamos velar por ellas allí donde se encuentren en cualquier época del año. Puede parecer una quimera lo que digo, pero con el paso del tiempo estoy más convencido de ello: las especies migratorias necesitan una gestión internacional, o sea garantizar su buena conservación en todos los estadios de su vida y allí donde se encuentren. Y no solo porque así aseguramos su abundante existencia, también por imagen. Cazamos sí, pero también nos ocupamos de su conservación; ¿y cómo conseguimos esto?

La iniciativa debe partir de los mismos cazadores que las cazamos, pues somos los primeros interesados en su conservación. Algunos pueden decir que de eso deben ocuparse los estados, los gobiernos y, por ende, todas esas organizaciones ecologistas que teóricamente velan por la conservación de todos los ecosistemas.

Craso error. Los gobiernos se ocupan de la conservación de forma muy gruesa. Por ejemplo, una empresa contamina un río o un humedal, pues actuará cerrando la empresa, poniendo una severa multa y a lo mejor invierte algo en su restauración. Los ecologistas, por otro lado, son mucho de protestar, pero poco de echar trigo —obras son amores y no buenas razones— a pesar del dineral que reciben, y su grito más potente va a ser siempre que hay que prohibir la caza. Eso de gestionar a través de la caza les produce mucho rechazo. Por tanto, la conservación global de las especies migratorias debe quedar en manos de cazadores. Pero, ¿cómo?

Parto de una premisa: el cazador debe ser un activo conservador de los animales que caza. Esto se ve en los cotos con las especies autóctonas. Sabe que tiene que ayudarlas a prosperar si quiere cazarlas y, por ello, corrige y fomenta esas actuaciones que le son favorables, como proporcionarles comida, agua y refugio.

Con las migratorias pasa lo mismo, pero el coto ahora es internacional. Y esto ya es más complicado y difícil, pero no imposible.

Mi propuesta sería que las grandes asociaciones de cazadores como Face, Consejo Internacional de la Caza, Game and Wildlife Conservation Trust, Artemisan, la Oficina Nacional de la Caza francesa, Club de Cazadores de Becada y otras que puedan existir, acuerden crear unos grupos científicos de trabajo especializados en cada especie migratoria que estudien su situación, hábitat y apliquen, donde haga falta para su buena conservación, medidas correctoras. Por ejemplo, vigilando que sus humedales sean propicios para su cría, dando ayudas al propietario de ciertos bosques muy querenciosos donde cría la becada o las tórtolas, para que no se talen en ciertas fechas o no se talen nunca, ayudar a ciertos agricultores para que no envenenen, hacer siembras estratégicas para que ciertas especies, en su periodo de migración, tengan áreas de alimento y descanso y, por supuesto, denunciar prácticas abusivas de caza o que, de una forma u otra, perjudiquen a una especie.

Estas actuaciones las pagarán los cazadores interesados en estas especies. Recibirán una licencia avalada por estas asociaciones acreditadas por el estado al que pertenezca el cazador, que costará, por ejemplo, 20 euros por migratoria que quiera cazar y un determinado número de precintos en función de cómo haya criado la especie y el número de cazadores que estén inscritos.

Ya sé que este tipo de propuestas pueden no gustar a la mayoría de los cazadores o que no tienen ni pies ni cabeza. Bueno, es una idea que podría estudiarse y limarse todo lo posible.

La otra opción es la que tenemos, que es la ideal si no existiese esa presión cada vez más fuerte de los anticaza y grupos ecologistas muy ideologizados, que más pronto que tarde conseguirán que no cacemos ninguna migratoria.

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