De premios y prestigios

El próximo día 11 de junio se hará entrega en el Real Club Puerta de Hierro de Madrid del premio Jaime de Foxá que cada año concede el Real Club de Monteros al «mejor artículo que, a juicio del jurado que lo otorga, exprese, defienda o divulgue de manera sobresaliente cualquier tema de carácter cinegético y haya sido publicado en la prensa nacional», por expresarlo con las mismas palabras que utilizó el jurado cuando dio a conocer su veredicto. En esta ocasión, el galardonado ha sido Arturo Pérez-Reverte por su artículo ‘Colmillos en la memoria’, publicado en un suplemento dominical del grupo Vocento en febrero de 2013.


El terceto debería poder ser considerado impecable: una honorable institución que aglutina a muchos y muy prestigiosos cazadores, un destacado premio literario-cinegético con una trayectoria que empieza a ser larga (se concede desde 1996), y un premiado que es periodista y escritor de éxito, prolífico, y que, entre otros muchos reconocimientos, cuenta con el honor de ocupar uno de los tan caros sillones de la Real Academia de la Lengua. ¿Qué es entonces lo que no encaja, lo que chirría? ¿Por qué su concesión ha sorprendido a muchos cazadores e indignado —debemos decirlo porque lo hemos podido constatar— a algunos? No hay que ser especialmente sagaz para dar con la causa: cuando se hizo del dominio público que el Rey había cazado un elefante en Botswana y se difundió su imagen y la del cazador profesional, ambos rifle en ristre, ante un elefante estampado contra un árbol, Arturo Pérez-Reverte vertió a través de Twiter una serie de categóricos comentarios para manifestar su posición respecto de la caza mayor practicada como afición. Recordemos solo algunos:
Nada más entrar, sacudiéndome el agua como un perro mojado, Chuck Norris me pregunta si me gusta cazar elefantes. Y le digo que no. Que no me gusta cazar elefantes ni me gustan quienes los cazan. Puesto a cazar, si yo cazara, me gustaría más cazar a quienes cazan elefantes. Igual me da que los cacen reyes o los cace mi cuñado Manolo. Cazar a los cazadores que se hacen fotos delante de elefantes muertos. O de osos. Para qué carajo querrá uno, me pregunto, cazar un oso. O un elefante. ¿Para hacerse una foto? La foto es lo que más detesto. El recochineo. Ahí, posando. Presumiendo de haber destruido la belleza y la vida.
Con todo nuestro respeto al derecho que asiste a Pérez-Reverte para ejercer la crítica sobre este y sobre cualquier otro asunto, y desde el reconocimiento a los méritos literarios que sin duda tendrá el artículo premiado, cabe sin embargo preguntarse si el autor es suficientemente respetuoso con los cazadores, y, más aun, si de verdad divulga los valores de la caza «de manera sobresaliente», como cabría esperar del artículo a premiar. Hay quien entiende que no. Y hay también quien piensa que, o muy mal anda el panorama literario-cinegético en España, o algo extraño ha debido interponerse entre los miembros del jurado —que en esta edición estaba formado por Alfonso Ussía, el conde de Priego, el marqués de Laserna, el conde de Llobregat, Juan Delibes, Pablo Capote, César Fernández de la Peña y Juan José Viola— a la hora de tomar su decisión. Porque no es fácil de entender que se premie, precisamente con el Foxá, a quien ha denigrado a los que abaten animales —destructores, recuerden, de la belleza y la vida— y se fotografían junto a ellos —recochineo—, es decir, a todos o casi todos los aficionados a la caza mayor y a muchos practicantes de la caza menor. Hay dos grandes categorías de premios: los que dan prestigio a quienes los reciben y los que lo buscan otorgándoselos a quienes gozan ya de fama y prestigio. Pensábamos que el Jaime de Foxá pertenecía a la primera categoría, pero ya no podemos estar tan seguros de ello.
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