Se nos jodió el romanticismo

Es hoy que, acudiendo a mi mensual cita con Federcaza, lo hago con desgana. Me analizo, y disecciono tanto mis últimas columnas como las de otros más versados columnistas, y caigo en la apatía.


Mes tras mes, llegamos a nuestros lectores dando una imagen, habitualmente de lucha y reivindicación por la caza, por sus derechos y contra sus enemigos. Pienso que tendemos, algunas veces, a sacralizarla. Solemos caer en este exceso. Tampoco esto debería ser así porque, como actividad humana que es, es imperfecta y, dependiendo del ser humano en cuyas manos caiga incluso puede llegar a ser sucia. También puede llegar a ser sucio y falso el amor, la compasión, o el perdón. Un alma oscura puede expresar estos sentimientos, otra cosa es que sea capaz de interiorizarlos. Todo lo que se ama apasionadamente despierta en el ser humano sentimientos encontrados. La caza no iba a ser menos. Siempre he dicho que la caza pone a descubierto lo mejor y lo peor de cada individuo. Esto es incuestionable. Tienen nuestras batidas y monterías fama de servir para hacer negocios, ello no está lejos de la realidad. A mí me están enseñando estas citas monteras, un día tras otro, con quien nunca debo de hacerlos. ¡Que es más importante que lo contrario! Hace algún tiempo sufrimos una profunda decepción con un compañero, y raro es el año en que algún otro colega no se queda por el camino. Cuándo pienso en ello lo veo como normal, ya que no todos viven el gusto por la caza escasa y salvaje como los que pensamos que, más importante que el tiro fácil y cerconero, es la cercanía de los compañeros, su amistad limpia y sincera, en igualdad con la limpieza que es de esperar en el lance, lejos del furtivismo. Pienso, sinceramente, que esta es la caza que la mayor parte de los amantes de la sierra ejercemos. Pero no todos. Es por el derecho a la caza por lo que suelen luchar muchos columnistas, y en lo poco que pueda aportar, yo entre ellos. Cuánto más no se sacrifican otros que, desde las federaciones y asociaciones procaza, palman pasta y un tiempo precioso robado a sus familias, se lo aseguro. En estas asociaciones, son contados con los dedos de una mano los que llevan interés pecuniario en la encomienda. Esos son los menos, los más son los otros. Pero no todos los cazadores merecen estos desvelos, aunque sea gracias a ellos, que a día de hoy todos podamos cazar. Tanto pelear por la caza de derecho hace que nos olvidemos de que entre nuestras filas hay más de los que nos gustaría ejerciendo la despreciable y desmedida afición por ‘esos dos ojitos que brillan por la noche’. Otras veces aparecen en nuestras cuadrillas personas cuyo mayor interés es utilizar la caza para medrar socialmente, éstos suelen cansarse pronto de las pandillas de auténticos monteros deportivos y, solos o en compañía de otros, desembarcan, más pronto que tarde, en la compra de gloria facilona en un cercón, más acorde con su pretendida alcurnia. Es un trabajo interesante esforzarse en la criba del grano y la paja que, aunque juntos están en la era, no es bueno que pasen mezclados al silo de nuestro día a día. Hemos de pensar muy a menudo, sobre todo yo que soy de los que más pecan de esto, que nos pasamos la vida dando la cara por nuestra pasión y no percibimos, con la diligencia debida, cuanta mala paja y espiga tenemos mezclada con el grano. El ejercicio cinegético, como pasión telúrica, incontenible e instintiva que es, enlaza muchas veces con otras pulsiones humanas similares, como puede ser el deseo sexual, por poner un ejemplo. Unos lo practican desde una relación amplia y enriquecedora, y otros practican el aquí te pillo, aquí te mato. Es humano, cada uno con su libertad y entre adultos libres hacen de su capa un sayo, y así debe ser. Pero si en este campo no estaríamos dispuestos a ser encubridores de una práctica ilegal… ¿Por qué callamos y hacemos el tonto con quienes sabemos que dentro de nuestros grupos son unos puñeteros furtivos? ¿Cuántas veces hemos regresado a nuestras casas teniendo conciencia de que aquellos dos que quedaban haciendo tiempo en el bar, querían realmente darse un paseo nocturno ‘foco en ristre’?… Es por todo ello que, entre sucedidos de situaciones cercanas, datos que me llegan de cazaderos que pateo y noticias de prensa donde dicen que se van de rositas señores que han trincado presuntamente con pasamontañas y silenciador. No puedo afirmar otra cosa que no sea que… «se me ha jodido el romanticismo cinegético». De tanto usarlo, seguramente. Publicado en Federcaza de septiembre de 2010
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