Los juegos del hambre

Con permiso de Jennifer Lawrence, me refiero a hambre cinegética, aunque el tema no va de caza, sino de papeles.


Como ya he venido diciendo, soy traficante, pero como cazadora soy novata. Y eso va a seguir así por tiempo. O bueno, experta cazadora en Castilla y León, porque la verdad es que la Administración no lo pone nada fácil. No acierto a entender por qué, si por ser vigilantes, si por un afán recaudatorio, que por otro lado no logran. Y el que no esté a gusto, que se ponga. Lo único que parece claro es que, si se tratara de una empresa privada, tendrían que echar el cierre por incompetentes. Dijéramos que tengo, y no es el caso, veinte años y acabo de obtener mi permiso de armas. Soy de una comunidad autónoma transigente, en la que obtener la licencia de caza se limita al pago de una tasa. Como es evidente tampoco tengo antecedentes de licencias de ninguna otra comunidad desde hace un número insólito de años que acredite mi condición de cazador, ni mucho menos de cuando existía la licencia única, o sea antes de nacer. Pongamos por caso que quiero ir a cazar a Extremadura. Recordarán que les hablaba yo de turismo hace un par de meses, pues bien, esto es lo que pasa si piensa en cazar en determinados lugares de este país, lo primero de todo, turismo, en este caso burocrático. Y luego nos quejamos de que no hay relevo generacional en la caza. Señor, señor… ¿Quién me mandaría a mí, jovenzuela (sigo con el supuesto de los veinte años) con múltiples posibilidades de ocio y cultura en las que invertir mi tiempo, pensar en cazar? Habré cambiado de decena para cuando pueda obtener los papeles en España, digo, no en cualquier otra parte del mundo, organizada o por organizar. Se me ocurre pensar en África. Incluso allí son más sensatos, o al menos más prácticos en esto de la cacería. Obtener la Licencia de Caza, dependiendo de en qué comunidad, es más difícil que aprobar la Selectividad. Y algo más caro. Echando cuentas, y ni siquiera con profesionales de la obtención de las licencias a distancia, si eres joven o novato, lo único que te asegura no viajar a alguno de los paraísos del examen cinegético es tener un permiso de armas anterior a 1990, lo que como mínimo implica haber nacido allá por 1974. Con todo y con eso, si no conservas, por bucolismo, ese montón de licencias caducadas y de color amarillento que nadie te dice que has de conservar, tendrás suerte. Y es entonces cuando te sale la gracia: Viva Paquito. Llevaba años oyendo lo de si licencia única «paquí que payá». Pensaba que como tantas otras cosas hispánicas era una exageración. Sin embargo, la situación es incluso peor. Así que si Podemos está realmente por la labor de la erradicación de la caza, no lo tendrá muy complicado, nos bastamos solitos. ¿De verdad las comunidades piensan que esto es un sistema organizado, rentable, preventivo y conservacionista? ¿Me toman el pelo? Pero si es un auténtico coladero. Quizá recordarán que un ministro tuvo que dimitir por no tener licencia. Y peor, ¿han hecho números? Lo racional, moderno, seguro, y sobre todo serio, sería hacer una evaluación verdaderamente exigente y nacional que no local, de las capacidades y conocimiento de aquel que quiere y/o ya es cazador, cobrar adecuada y generosamente por ello, despojar de dicho permiso para siempre a quien no cumpla las reglas, y dejarse de tanta gaita recaudatoria y medalla de cara a la galería conservacionista que simplemente no sirven para nada. Mira, esto sí que daría imagen de cara a la galería en un programa político. Lo escribo desde el cabrero, y con un poco de guasa, pero me temo que la Sra. Tejerina, práctica y sensata como parece, poco podrá hacer sobre sus diecisiete ministrines que son quienes tienen las competencias y no admitirán la queja a trámite.
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