Un jabalí ‘con propiedad’

«Luis Fernando, llevo unos cuantos días de los nervios. ¡Voy a matar el jabalí de mi vida!».


Ante esta afirmación de un buen amigo, imagino, por su afición y experiencia a las esperas, que en su coto le tiene que estar entrando un guarro fuera de lo normal, ya que normalmente es prudente en sus declaraciones cinegéticas. Quedan tres días para la luna llena —continúa en su argumentación— y esta noche es la ideal. Y así, como describo a continuación, imagino que sucedió todo, bueno, más o menos. La luna tarda en salir. Lo primero que asoma es una pareja de corzos, comiendo de las zarzas de los ribazos. La siembra con estas lluvias a pesar de estas lluvias, aún no ha nacido, y después de caer las primeras bellotas, tienen comida en el monte. Los bichos no campean por las siembras con tanta facilidad como dentro de unos meses. Ahora sí, suponía que la trocha del jaral era autopista de peaje diario. Así es, sólo asomándole la jeta y comparando su altura con la de la jara, me tiembla el rifle, el visor, los pies, las orejas y hasta las canillas. Ante mi sorpresa, no intenta dar la vuelta y cogerme los aires por detrás. Lo justifico pensando que son muchos días los que le he dejado para que se confiara. Entra en la baña con absoluta confianza. Necesito un par de minutos para que mi cuerpo se calme. Como está tranquilo, supongo un mínimo riesgo de espantá. Incluso intuyo un ligero cambio de viento y, el guarro, ni se inmuta. ¡Qué raro!, pienso. Aprovecho la ocasión y disparo. El guarro renquea de los cuartos traseros y se va. Siento a 200 m cómo cruza la malla ganadera de Crescencio, mi buen amigo y vecino pastor. Marcho para casa para pistear al día siguiente, no puedo obligarle si, como creo, va herido. Antes del amanecer y cuando estoy preparando el ato, siento una algarabía por la calle impropia de una aldea donde no viven más allá de 30 vecinos. ¡Qué me han matao a Juanito! ¡Terroristas! ¡Asesinos! Pienso en lo peor, una desgracia ha caído en mi pueblo. Pero algo no me cuadra. Crescen no tiene familia. Como ya habrán imaginado, el asesinado en cuestión no era otro que Juanito, un guarro fruto del cruce de ibérico con Sole, la jabalina de Crescen. La curiosidad del cerdalí le hizo explorar nuevos campos hace ya algunos días. 190 kg en cuestión, navajero, lomos de 6 kg unidad. Todo un ejemplar culinario. ¡Cualquiera cantaba! Me metí en la cama con las orejas por el suelo. ¡Vaya si era un buen guarro! Era un guarro con propiedad. Propiedad de Crescen, claro.
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