Carta de Candiles a Felipe Choclán


En Sierra Morena de Andújar a 21 de diciembre de 2010.
Querido Maestro: Usted sabe que soy cervuno de pocas palabras y que para expresarme me cuesta Dios y ayuda. Distinto es en la berrea que me sobran las palabras y me faltan bramidos para que la sierra entera sepa donde está El Candiles. ¿Qué le pasa, que su portillo, está mudo desde hace demasiado tiempo? Todas las criaturas de la Sierra Morena me están volviendo loco con la puñetera Internet. Y usted tiene la culpa por empezar a escribir de nosotros y engancharnos a esa nueva tecnología del demonio. Con lo que nos costó aprender lo del ratoncito y la @, como para que ahora usted deje de escribir en la web del club-caza punto com. El otro día, sin ir más lejos, el pariente aquél del Solitario que le presenté en El Lentisquillo, al que le dicen por aquí el Puñales, me comentó que se fue de vacaciones a la sierra de Alicante y que, la verdad sea dicha, la carrera de aquella buena rehala que le tocó lidiar le llevo hasta aquella tierra y se encontró de repente en medio de un ganchillo que olía a gloria bendita de aquellos montes y olor a viejos monteros. Pues me dijeron que le vieron a usted por allí y que al entrar los perros lo único que yo no quería era pasar por delante de su puesto, ya que tenía el billete de vuelta para Andújar y a lo mejor me hubiese quedado colgado de una pared de su pabellón de caza mayor, que por cierto me asomé por una de esas ventanas que le dan luz y vi en sus paredes mucha historia de nuestros montes. Entonces apretándose el cochino hizo lo que el caracol a los perros y colándose despacito entre dos monteros, le fue a cumplir al hijo de usted. Pero como lo hacemos las reses de estas sierras, por lo sucio y con muy ‘mala leche’ me cuentan que después de dispararle en lo más apretado de la postura, todavía se le escuchaba maldecir por la buena jugada que le hizo. Comentan que nunca le habían visto a su hijo tan dolido. Qué le vamos a hacer, esto son cosas que pasan y luego quedan para siempre en el recuerdo. Pues como usted bien dice «matalastoda no ha nacido». Y El Puñales, con toda la chulería y el temple que da el haber hecho una buena faena, se nos presentó en Cabezaparda y desde entonces no hay quién le aguante. Lo primero porque nos ha dicho que ha visto a Don Felipe y que está en plena forma y para terminar sigue con el cachondeito de habérsela jugado a toda la armada y sobre todo a su hijo, del que la fama de buen montero ya ha llegado a todas las manchas de la sierra. De casta le viene al galgo. Maestro, ¡que por aquí le echamos todos mucho de menos! Por favor, no deje de contar las andanzas y comentarios de nosotros, porque si usted no lo hace, no hay quién se acuerde de cuantos moramos el montarral del tarameo solitario entre albinas y encinares que tardan siglos en hacerse en el silencio de la sierra soberana. Y si no se cuentan como usted lo hace, para qué vamos a seguir penando aquí entre tanta alambrera y monteros de esos que usted llama de ‘El Corte Inglés’. ¡Ea!, con dos pelotas se nos pone ya en el ordenador y a pasar en limpio las notas que conserva en su libretilla de pastas de hule y a escribir… Perdóneme que me dirija a usted de esta forma y habrá notado que me he tenido que apretar un poquillo, y espero que con estas letras se anime a volver con nosotros desde “El PORTILLO DE CANDILES" Maestro, decirle que le queremos p´aburrir y que le estamos esperando como agua de berrea. Se despide su gran amigo y viejo venado de la sierra de Andújar. El Candiles
Comparte este artículo

Publicidad