La llamada de África (1/2)

Cuando me surgió la oportunidad de viajar a África, mi mente retrocedió a aquellos años de mi niñez en la que recortes de grandes leones, gacelas, elefantes y paisajes de ensueño, con inmensos baobabs, decoraban las pastas de mis carpetas escolares. Sentí


Como con toda nueva experiencia, una está ilusionada y emocionada pero, también, preocupada ante lo desconocido. África es África y sus peligros. Pero, al menos, me tranquilizaba saber que iba a una zona totalmente exenta de malaria. ¡Un mal menos!

Después de un largo viaje, absorta entre pensamientos y temores sobre lo que iba a encontrarme, recordando una y otra vez los miles de consejos que algunos amigos me habían dado semanas antes, el vuelo Qatar Airways QR 1363 aterrizaba en Johannesburgo.

La mayor parte de los turistas acababa su viaje allí. Nosotros, a unas tres horas y media más desde el aeropuerto.

Me parecía increíble estar allí. Lo comentaba con el profesional que vino a buscarnos con su ranchera al aeropuerto. Según nos íbamos adentrando en las zonas más rurales, no podía dejar de observar todo a través de la ventanilla: los primeros babuinos y facocheros cruzaban la carretera; personas que regresaban a pie de trabajar en el campo a kilómetros de distancia; mujeres que portaban en sus cabezas grandes bultos pesados y otras que iban a buscar agua, también a largas distancias; campos de cultivos, aglomeraciones de personas, mercadillos artesanos… un país de contraste sin duda.

Llegar y salir a cazar fue todo uno, incapaz de resistir a mis instintos y a la emoción y las ganas de hacerlo. Allí estaba, atravesando paisajes llanos de tierra roja y arenosa entre acacias y otros arbustos que disimilan la silueta humana, siguiendo los pasos de un tracker y del cazador profesional, con los sentidos más despiertos que nunca pese a no haber pegado ojo en un par de días.

Así llegamos hasta una manada de blesbuk común, a la que tuvimos que hacer varias entradas. ¡Porque saben latín! Finalmente, tras una perfecta aproximación, logré llegar lo suficientemente cerca para tener a tiro a una hembra selectiva que derribé de un disparo pulcro en el codillo. Apenas se movió dos metros del lugar.

La cruz de sangre sobre mi frente indicaba ¡que ya era novia en África!

Comparte este artículo

Publicidad