Los chicos del quince por ciento

La semana pasada escuchaba en una cafetería una conversación curiosa entre cazadores que me llamó la atención, pues viendo el interés que despiertan en la actualidad los temas de la federación de caza, casualmente debí encontrarme al desayunar con los dos únicos aficionados que debieron andar siguiendo el último acto en el que se convirtió la pantomima electoral de hace unos días.


El caso es que me pusieron las orejas tiesas, como a fino podenco, al escuchar que uno preguntaba al otro: «¿y qué piensas que pasará en los próximos días y semanas?» Hombre, pensé yo, qué pocas películas de bucaneros ha visto este paisano. Pues se supone que a repartir el botín del golpe, que es lo que procede por parte de los autores intelectuales de la verbena, unos días después de los abrazos y vítores varios del día de autos en cuestión, ¿no?

Y es que si en política nos hemos acostumbrado a los gánsteres de pega que hacen de la sobreactuación su forma de vida, en la humillada, aplastada, destruida, destrozada y pisoteada federación, herida de muerte y que ahora al parecer apenas cuenta con un patético 15% de los cazadores federados, hemos visto cómo se ha pasado de esas asambleas en las que primaban los shows de matonismo tabernario —recordando alguna en la que, vergonzosamente, casi terminan a puñetazos—, a otras en que otros tipos de gánsteres, estos impostados, tipos chungos de laboratorio, teñidos de bote, cansinos y teatreros guiados por el dueño del guiñol y acompañados de papagayos, tratan de poner en marcha una actuación que es mera obscenidad de raíz totalitaria.

Pero si malo fue el resultado de las últimas elecciones a la Real Federación Española de Caza, peor fue la actitud, la pasividad y permisividad de muchos, que deben pensar que una época se ha terminado y solo miran la situación como aquellos viejos zares, sentados y cabizbajos, seguros de que solo la muerte les aguarda, viendo cómo las hordas les saquean el palacio.

Porque visto desde fuera, estas elecciones y lo que se antoja como un simple histrión de candidato elegido, dejan claro que más se trata de una operación de propaganda a mayor gloria del equipo, que de un intento serio de involucrar a las partes en solucionar la actual situación. Situación que ha llevado a todos los implicados al más detestable de los comportamientos: no honrar la memoria de los que durante décadas lucharon por algo, por la caza y los cazadores.

Una caza y unos cazadores que no pueden ponerse en modo de pausa hasta que en las federaciones se decida qué se quiere ser, cómo y con quién. Por lo que urge anticiparse a una situación del sector que se complica y buscar nuevas vías para solucionar sus problemas. Si el resultado de las últimas elecciones va a ayudar al endiosamiento de algún saltimbanqui con ínfulas de estrella finisecular que se considera la última Pepsicola del desierto y cree que ahora ya solo le aguardan las 72 gratificantes huríes del paraíso coránico, se confunde. El futuro de la caza puede y debe ir por otros caminos distintos de los de esta especie de federación, que ahora ya es solo un espantajo.

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