¿Y ahora qué?

En materia de caza la dicha en cuanto a capturas se refiere difícilmente es perfecta, por las especiales circunstancias que concurren en este complejo arte. Quizá también por ese afán propio de los humanos de alcanzar cotas de dominio que nada tienen que ver con la gestión de un aprovechamiento racional como es la caza.


Ahora bien, el hecho de que el cazador no consiga lo que en principio pretende no quiere decir que no lo admita porque tomará rápidamente medidas conservacionistas (dejar de cazar) cuando la falta de determinada especie es constatable. Y quien así no lo entienda difícilmente podrá llamarse cazador con toda la enjundia que este nombre conlleva por mucho que estime que donde hay poca caza tiene más mérito hacer una buena percha, que la tiene, pero solo desde el punto de vista competitivo y egoísta. Pan para hoy y hambre para mañana. ¿Y ahora que? se preguntará algún cazador de nuevo cuño. Pues lo de casi siempre, a esperar que entren las socorridas becadas. Algunas han llegado, pocas, pero a buen seguro que lo harán hacia mediados con el cambio de luna. No en vano suele ser la primera gran entrada, cuantos más avistamientos y capturas se producen. Se estima que la cifra de becadas en invierno, tras la época reproductiva, a nivel de Europa entre 10–15 millones, de ejemplares de los que 4.500.000 aproximadamente serán abatidos. Cifra que en España se limita a unos 120.000 sobre unas 650.000 aproximadamente que nos visitan. Francia abate 1.500.000, Italia 1.000.000, Rusia 800.000… En cuanto al número de ejemplares abatidos por comunidades, Castilla y León, Baleares y Cataluña ocupan los primeros puestos con una media de 20.000 ejemplares año, seguidos de Aragón, Asturias, Navarra, Valencia, Euskadi (9.000), Galicia, Andalucía, Castilla-La Mancha, La Rioja y Madrid. Cantabria, aunque es una comunidad muy becadera, no ha aportados datos al estudio que ha realizado José Luís Garrido de FEDENCA. Entiendo que estas cifras de capturas se quedan cortas porque el sordero es poco dado a aportar información por aquello de la competencia, algo así como los seteros. Además de los becaderos otros muchos optarán por desplazarse a lugares más alejados, donde otras modalidades de caza, como la torcaz con cimbel, les puede aportar gratas jornadas venatorias a nada que contacten con una orgánica solvente. En fin, que el que no se consuela es porque no quiere o puede. Por cierto y hablando de torcaces, están pasando y muchas, pero como casi siempre altas y fuera de tiro. Paciencia, que todavía pasarán otras muchas.
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