No todo es tirar y colgar

No es fácil entender cómo algunos cazadores, una vez abatida la pieza, no le prestan atención alguna. Les es igual que estén amontonadas un par de días o que se estropeen por no limpiarlas; ¿será que a la ‘sufridora’ de turno no le agrada pelarlas?


Entiendo que a más de uno no le guste la carne de caza, pero de ahí a no prestarle atención dista un abismo. Por respeto al animal, toda pieza abatida debe ser tratada con decoro, consumida o regalada a quien la aprecie, pero nunca dejarla que se estropee. Y es que no deja de ser una parte importante de la caza todo lo que viene después de haber disparado el último cartucho. De la misma forma que no comprendo a cazadores de cierto nivel económico que venden la caza cuando se trata de un número de piezas reducido y que han costado sudor y lágrimas. Recuerdo, siendo joven, cómo mi padre después de una jornada a perdices las peinaba con la mano y las ponía en fila encima de una mesa para que aprendiese a diferenciar las hembras de los machos y las jóvenes de las viejas. Pero al margen de estos detalles hay que reconocer que entre la cocina y la caza existe una evidente afinidad, aunque no se es buen cazador por ser cocinero, ni buen cocinero por el mero hecho de ser cazador. De todas formas son muchos los cazadores que se les da bien la cocina para reunirse luego entre amigos, donde entre bocado y bocado, con el aroma enervante de los relatos, se recuerda las vivencias y se recupera la ilusión venatoria que a veces —más de las deseables— se queda en el monte por descuidos o incompetencias. Tampoco se trata de endosarles el sambenito de triperos o mentirosos porque sería uno más de los tantos convencionalismos estúpidos de la humana tontería. Cuesta también comprender a unos pocos que, no satisfechos con hacer los cupos de capturas y por el mero hecho de darle gusto al dedo, son incapaces de poner freno a las capturas. ¡Qué difícil es hacer el último nudo al saco del egoísmo! Llámense cazadores, políticos o deportistas galácticos. También sabe mal observar a algunos precipitados que al recoger la pieza son incapaces de dedicarle una simple mirada por la premura de hacerse con otra. Quédense con aquellos que al cobrarla lo hacen con respeto hacia el animal al que han quitado la vida. Todo no es correr, tirar y colgar. Ni mucho menos. Ser cazador con toda la enjundia que este nombre conlleva es mucho más, muchísimo más.
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