Jabalíes

Dependiendo de las distintas autonomías, la desveda del jabalí se producirá durante el transcurso de este mes, excepto en algunas pocas que lo harán en octubre. Al parecer han criado bien y todo apunta a que la temporada en general será buena.


Desde hace unos 35 años el jabalí se ha convertido en una de las alternativas cinegéticas más importantes de las especies mayores, cubriendo además las exigencias venatorias de un amplio espectro de cuadrillas jabalineras. Un solo jabalí abatido en un gancho de esos de carácter popular, si el trofeo es aceptable, suele ser suficiente motivo de satisfacción para todo un grupo de veinte o más cazadores. Prima pues el sentido de grupo con un componente social muy arraigado al margen de lo que supone de caza auténtica y estrategia colectiva. Si a esto añadimos la cifra de 240.000 ejemplares que se abaten en una temporada, estamos hablando de algo inédito en nuestra historia venatoria. ¿Pero qué ha motivado esta proliferación de la especie? Posiblemente sean varias las causas. Quizás entre las más significativas habría que destacar el abandono de los montes con la llegada del gas butano apoyado en su gran capacidad reproductiva y en la falta de tradición cinegética en las zonas donde inició su colonización. Se abandonaron los montes, descendió la población rural y en consecuencia una ganadería a la baja dió paso a nuevos inquilinos arropados en una foresta exuberante. Así las cosas, a nada que los cazadores respeten las hembras y los pequeños (nada fácil por la rapidez con que acontece el lance), haríamos del recurso en muy pocos años la panacea de muchos de nuestros males. De hecho en algunas zonas donde se le caza con perros de rastro atraillados son muchas las cuadrillas que abandonan la mancha al constatar la presencia de alguna hembra con crías. «Enjundia de esfuerzo y hazaña que lleva dentro la caza en su mejor estilo», decía Ortega. Una buena boca sigue siendo tanto o más importante que treinta malas. No en vano abatir otro cualquier animal de la fauna ibérica está al alcance de bolsillos generosos. Pero para hacerse con un jabalí homologable, sin hablar ya de oros, hay que meter muchas jornadas de caza y tener la suerte de compañera. Por cierto, esto de la suerte en la práctica de la caza se da normalmente en los que la buscan un día sí y otro también, aguzando la inteligencia y sacrificándose. En breve, dependiendo del lugar, unos antes que otros, entrarán en celo los ciervos, eso que en el argot cinegético llamamos brama o berrea. Les hablaré la próxima semana de esta selectiva y atrayente modalidad, cada vez más practicada por un colectivo denominado recechistas.
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