Codornices

Hacer previsiones de lo que nos va a deparar la temporada codornicera, incluso después de haberse cosechado el cereal, normalmente no crea más que falsas esperanzas, por muchas codornices que se hayan visto.


Y es que la codorniz es muy sensible a las nuevas técnicas agrícolas y no duda desplazarse en grandes bandos durante la noche a nuevos asentamientos más propicios, donde el rastrojo es generoso y linderos y perdidos le den cobijo. Sin embargo este año, afortunadamente, las cosas han cambiado radicalmente y todo parece dispuesto a favor de ellas y de los cazadores por muchos despropósitos que durante la recolección se realicen. ¿Y esto por qué?, se preguntarán. Sencillamente porque durante la desveda muchas piezas de cereal —quizás hasta demasiadas— van a estar sin cosechar y las codornices, las muchas que han entrado y criado, no van a moverse en demasía hasta que se coseche del todo. Además, al abundar la paja y baja en consecuencia de precio es fácil que aguante más tiempo en el campo. De todas formas que nadie piense que va a coger las codornices con la mano. Porque aquel que no sude la camiseta y tenga un perro que sepa trabajarlas es fácil que recurra para justificar su impotencia a ese tópico tan manido entre los acomodados «no hay una jodida codorniz». Tampoco se librarán de participar en el pelotón de los torpes aquellos que aún creyendo tener un perro picado a las codornices, ha visto éste el campo durante la veda solamente desde la perrera. Cazar y ser cazador implica sacrificio, entrenando al perro al que se le va a someter a un esfuerzo extremo fruto del calor y de la aspereza del trabajo. Cierto es que en la actualidad raro es el cazador que no disponga de un perro de buena raza, incluso con prestancia, pero insisto, en esta modalidad, para que aguante una temporada de codornices sin aspearse las patas y derrumbarse físicamente, hay que entrenarlo y bien. Tampoco esta de más que uno mismo se dé una vuelta por el campo de tiro al plato y se entrene con máquinas en posición lenta y guardia baja. Dice el tópico que, para la codorniz, perro viejo y cazador cojo. Así que conviene aplicarse el dicho. Despacio, cara al viento, con el sol de espaldas, a poder ser leyendo y cortando bien el terreno. Sin olvidar de contar hasta tres antes de doblar el dedo índice. Un buen síntoma para que haya codornices en los páramos es el aguazo o rocío mañanero imprescindible para que beban y se sujeten en el lugar.
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