José María Blanc: de la naturaleza y de la caza

‘De la Naturaleza y de la Caza’ es el libro de artículos inéditos escogidos que el recientemente fallecido José María Blanc me regaló en 2012 el día que visité su Centro de Naturaleza en El Escorial. El libro es un conglomerado de ideas, un credo para cazadores y conservacionistas. Precisamente Blanc era la prueba viva de que caza y conservación son conceptos complementarios.


Abogado de profesión, fue presidente de la Federación Española de Caza y del Club Español del Medio Ambiente. Blanc era un magnífico conversador, un hombre de una talla intelectual única, con una memoria prodigiosa. De su valía da idea que fuera durante parte de la transición abogado de la Casa Real. Recuerdo aún cómo en una comida en un conocido restaurante del centro de Madrid, se lamentaba —siempre muy discretamente— de como Su Majestad parecía haber olvidado sus consejos y se había echado en manos de determinadas amistades que él consideraba nocivas. Ni que tuviera una bola de cristal. Con Jose María sentía una especial empatía. Esto fue así desde el minuto uno en el que le conocí en una jornada sobre la modificación del Código Penal. Creo que tuvo mucho que ver en esta química nuestra vinculación con El Campo de Montiel, su relación con Almedina y Torre de Juan Abad (Ciudad Real). Le recuerdo hoy en su casa de El Escorial, hablando sin parar de sus cacerías en Guedea, su finca de Ciudad Real, en la que entre tres escopetas cobraban mil perdices salvajes en un día de ojeo. Se sentía también muy ligado a Doñana, de donde —a mí me sonaba muy lejano— me contaba sus experiencias, sus cacerías de gansos y su proyecto (siempre inacabado) de rodar una película con Oliver Stone, que se iba a titular El Hombre de Doñana. En nuestros encuentros, terminábamos siempre enzarzados en discusiones de derecho. Las disertaciones de Blanc sobre el derecho de caza, su raíz, o del concepto de res nullius de las piezas de caza, y que él consideraba superado. Fue el precursor de la Escuela Española de Caza en 1979. Cuando nadie creía en la necesidad de formar al cazador, de la mano de colabores de la talla de Félix Rodríguez de la Fuente, Blanc, puso en marcha los pilares de la formación cinegética en España que también supo entender y continuar mi buen amigo y maestro José Luis Garrido Martín. Blanc fue un merecido acreedor del que era el premio más prestigioso de la caza en España, el Carlos III. La Escuela Española de Caza, en tiempos de Blanc, de Garrido y posteriormente de Patxi Andión, fue un puente entre el mundo de la caza y la conservación, un referente basado en el prestigio. Es doloroso que un proyecto pionero, visionario y focal como el de la Escuela Española de Caza haya languidecido y desaparecido en apenas tres años. Releo al redactar estas líneas sus artículos, y recuerdo sus palabras premonitorias refiriéndose a la avutarda, la ganga o al sisón: «no es el aprovechamiento del recurso lo que hay que detener, es el mal aprovechamiento. Además, una vez detenida la explotación de los recursos naturales, se detiene también el mecanismo de financiación indispensable para sostenerlos». Cuando termino estas líneas regreso de cazar muy cerca de Guedea, la que fue su finca en Almedina. De las miles de perdices salvajes de aquella época no queda nada o casi nada. Es el presente de la caza menor en España. En realidad es el futuro sobre él que Blanc, adelantado, hombre preclaro, ya se preguntaba y reflexionaba en febrero de 1978 en su artículo «El futuro de la caza en España». Dejo ahí sus palabras como epílogo: «España está en pleno crecimiento cinegético. Y este crecimiento necesita como todos crecimientos rápidos y acelerados de un apuntalamiento y ayuda. Necesita su luz y su guía. Del mismo modo que la necesita la yedra o la parra para reptar o ascender; orientación, del mismo modo lo necesita la caza». Pues eso.
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