Caza, linces y osos: ¿medidas cautelares?

El lince sigue siendo uno de los felinos más amenazados y a los que más plata destinan las administraciones públicas. Incluso en época de estiaje económico.


El presidente de la Federación Extremeña de Caza, José María Gallardo, manifestaba en diciembre su ilusión por la concesión a su asociación del premio IBERLINCE (otorgado por los 18 miembros de la Comisión de seguimiento del proyecto LIFE+Iberlince). Mientras tanto la Federación Andaluza de Caza (con nada menos que 100.000 cazadores federados con nombre y apellidos) se quejaba por el hecho de que algunos grupos ecologistas sigan criminalizando a los cotos de caza en cuanto aparece muerto alguno de estos animales. Recientemente apareció muerto un lince en el mes de octubre con el impacto de varios perdigones. Acto seguido, algunos grupos que se dicen ligados al ecologismo, pidieron la cabeza de algunos titulares de cotos en Aznalcázar y el cierre cautelar de los mismos en plena temporada de caza. Son las paradojas de este mundo. Con perdigones o sin ellos, la realidad es que la recuperación del lince es hoy una realidad —les guste o no a algunos— gracias, entre otros, al colectivo de cazadores y a la propiedad privada (representada fundamentalmente por Aproca, también en el proyecto LIFE Lince). Cazadores y propietarios no son ya vistos por la masa social y las administraciones como parte del problema, sino como la llave de la solución a los problemas de lince. He ahí el premio al colectivo de cazadores federados extremeños, extensible desde luego a la FAC que lleva años colaborando en el Life del lince. De hecho, en el término sevillano de Aznalcázar, donde ha aparecido el lince muerto se ha pasado de la falta de presencia del felino a un presencia estable de diez ejemplares. La propia Sociedad de Cazadores de Aznalcázar colabora estrechamente en el proyecto. Las suspensiones cautelares de cotos son una medicina estéril contra la enfermedad del vandalismo contra especies protegidas y el veneno. Además, en muchos caso suponen una anticipación de una pena sin sentencia o resolución administrativa previa que haya tenido ocasión de valorar las circunstancias del caso y la posible participación de un titular de coto en la muerte de un lince, un águila imperial. Y es que las rapaces o estos felinos viven en el campo, y claro, en el campo hay cotos de caza. Por eso, y por qué el 85% de la superficie del país está acotada es inevitable que los animales mueran dentro de cotos de caza. No van a aparecer en Plaza Mayor de Madrid. A nadie se le ocurre cerrar cautelarmente la Puerta del Sol por el hallazgo de un cadáver en la vía pública. El éxito de la colaboración cazadores-conservacionistas lo entendió perfectamente Guillermo Palomero (Fundación Oso Pardo), que es un tío más listo que el hambre, accesible y sencillo. Los cazadores cántabros, astures y castellano leoneses han asumido perfectamente su papel en la conservación del oso. La Fundación Oso Pardo, y por extensión su labor con los cazadores, recibieron el año pasado el premio de la Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad. El noviazgo conservacionistas y cazadores en el norte dura más de una década en la que no han faltado disgustos y osos heridos o muertos por lazos o incluso algún disparo. Pero desde luego, lo que no ha faltado son ganas de seguir la relación, comprensión y el respeto de todos por el oso y por la actividad cinegética. También ha habido voceros y agoreros que han abogado por romper lazos y por criminalizar la actividad cinegética o, desde el otro lado, al oso. Ahí ha estado siempre Palomero y las asociaciones de cazadores para echar el freno y poner orden, llamando siempre al pan y al vino, y siendo conscientes de que el hecho aislado de un individuo que delinque, aprieta el gatillo o afina un lazo de acero, no puede suponer un juicio conjunto a todo un colectivo que ha hecho un esfuerzo de reconversión y sensibilización incuestionable. Publicado en la revista Trofeo
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