Veinte guarros en un gua

Domingo 17 de marzo. Final de temporada. Pérez y amigos organizan el último de sus ganchos de este año. Puebla de Don Rodrigo, Ciudad Real. Veintidós puestos y muy poca tontería. Uno de esos sitios a los que va uno a gusto. Como a casa. Donde se siente con zapatillas de paño en casa ajena.


Como José Luis que es un cachondo, me obliga a rezar el Padre Nuestro. Me doy cuenta que la gente ya no se acuerda de cómo se reza. La próxima cantamos una letra de Georgie Dann. Es el domingo de Carnaval, la letra es más facilona y no se olvida. Además en estas fechas pegaría llegar al puesto con un bigote postizo o una peluca. El matasuegras se me ha olvidado en casa. Al llegar a la mancha, Juanjo Tera que me acompaña y yo nos miramos. ¡Vamos a cazar cincuenta hectáreas! La mancha a montear es un gua, un brete. Un corral de monte rodeado de siembras, reforestaciones y pelaos. Para colmo, uno de los socios se enzarza con un espontáneo que parecía estar chanteando el gancho. Lo de siempre, que si el titular del coto no me paga, pues ¡eah! a joderle la montería. La minimontería, perdón. Acelerones de coches, voces, caras de perro y un tío con más cara que espalda que había venido a joder el día. Auguramos el mayor de los fracasos: la mancha es un pañuelito de monte, se ve poca pista al ponernos y además con la discusión de la mañana han debido escabullirse los pocos bichos que había. La vida te da sorpresas. Sorpresas te da la vida. Se tiran más de sesenta tiros. Tira hasta el gato y toca pelo casi todo el mundo. A Tera y a mí, nos entra un gorrinaco al principio al que no le estorba más que el pelo. Casualidades de la vida entra cuando el perrero está a mitad de la raya así que hay que tirarle ya pasado y de la mala manera. Oímos que más adelante le crujen en el cierre de Fernando. Tiro otras dos veces, como mis compañeros de armada. Los guarros marean a los perros. Les cuesta Dios y ayuda sacar los marranos. Al final diecinueve bichos, uno de ellos bueno; el que yo fallo y que luego remata Fernando. ¡Tiene narices! A uno de treinta kilos le soplo dos tirascazos en un camino de miniatura, y al grande ni lo toco. Lo agarra Fernando con un primer tiro en los riñones y luego lo liquida de un balazo en el codillo. La frase del día la dice un perrero, un tipo con el bigote arrodalado de nicotina que pregunta por el vino. ¡En una montería que no hay vino, es como en un club donde no hay…! dice el angelito. Y todo ello, al módico precio de cien euros. ¡Algo bueno tendría que tener la crisis! Publicado en Caza Mayor de mayo
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