El día de la marmota

Una vez más, y ya son muchos años, la noche antes de empezar la temporada no consigo dormir, y no es algo particular, sino generalizado. No conozco ningún cazador capaz de conciliar el sueño ante una jornada de caza, y mucho menos la noche antes de la gen


Es una noche llena de emoción, la incertidumbre nos acompaña, y aun habiendo estado todo el año en el campo cuidando y conocedores de la densidad de caza que tiene nuestro coto, nos invade las dudas de cómo será la temporada.
En esta larga madrugada en mi caso no estoy solo, me acompaña mi fiel compañero, mi amigo y mi maestro. Debe de tener algo desconocido para mí, pero estoy seguro que Chico también sabe que en unas horas estará cazando. No se separa de mi lado, da viajes a donde una vez más tengo preparados los trastos, como si comprobara que está todo listo, que no se me olvida nada. Según avanza la noche se rinde ante el sueño, pero igual que me pasa a mí no es un sueño tranquilo, sueña y estoy seguro que, por los ruidos que emite, son sueños con carreras a los conejos, con muestras interminables a la perdices y con una y mil victorias ante la caza, rematándola con la entrega de su cobro.
Dicen que los cazadores no queremos a nuestros perros, una mentira más de las muchas que sueltan por su sucia boca. Tengo claro que al igual que yo, el resto de cazadores, si no nos acompañaran nuestros perros no cazaríamos la menor y no podemos pasar por alto a los rehaleros, no he visto más pasión por sus animales que estos fieles compañeros de montería, sus valientes. Y qué decir los que, como yo, tienen la suerte de poder compartir la pasión con nuestros hijos, hoy Iván a sus 12 años se enfrenta a su octava temporada de caza. Recuerdo la primera noche, era tal la emoción que tenía que parecía que era la noche de reyes, y a día de hoy, sigue igual.
Y aquí estoy escribiendo sin querer, intentando que el reloj avance más rápido, y los minutos me parecen horas, y una vez más solo pido una cosa, precaución, ningún lance merece la pena cuando ponemos nuestra seguridad o la de nuestros compañeros en peligro. Calma a la hora de viajar, no convirtamos una jornada festiva en una tragedia y, sobre todo, pido que el año que viene pueda escribir esto para todos los que hoy no dormís como yo, porque esta noche todos coincidimos en el limbo de los cazadores. ¡Feliz caza, amigos!
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