Cómo meter en cintura un visor endemoniado

Heredé de mi padre un rifle del calibre 30-06 hecho, según pone en el cuño del cañón, en Pasadena, California, por la fábrica nacional de armas de Estados Unidos.


Pone también que tiene licencia Mauser, y desde luego su cerrojo es un robusto m 98 con su seguro de aleta. Tiene la ranura para meter un peine de balas y el rebaje lateral para empujar las balas del peine al cargador con el dedo gordo. En definitiva, es un mosquetón de guerra aunque con la madera moderna. Cada vez que alguien lo ve lo mira con desconfianza y, si luego se entera de que tiene solo dos estrías el ánima del cañón, cuando lo normal son cuatro, resopla pensando que eso debe de tirar como una regadera. Este verano me entretuve en flotarle el cañón para que no tocara la madera y mejorara, si era posible, su agrupación. Una vez lo has hecho, desde luego, lo tienes que volver a poner a tiro y aquí es donde empezó la música.
El visor es uno americano de 3 a 12 por 56, que por su relación calidad precio no está mal. Tiene dieciocho añitos, una vez puesto a tiro no es fácil que se descentre, es robusto y se ve aceptablemente. Hasta aquí lo bueno. Lo malo, que el amigo corrige como le da la real gana. Lo peor no es que le des cinco clics a la derecha, por ejemplo, y no se mueva nada, sino que además puede moverse de forma totalmente desproporcionada. Cinco clics deberían ser cinco pulgadas a cien metros, y éste puede corregir casi un metro y, lo que es peor, además de hacer la corrección lateral eso implica que te baje o suba los tiros, a lo mejor veinte centímetros, porque un hilo de la retícula tira del otro. Así las cosas, os podéis imaginar que el primer intento de puesta a tiro me comí quince balas y, ya desesperado, me largué a casa. Emperrado en ponerlo a tiro, porque me han invitado a cazar un gamo en la ronca y con este rifle he cazado desde pequeño y matado un montón de trofeos, excepto gamo, aunque tampoco lobo ni arruí. Así pues, consulté a los sabios; la solución era ponerlo a tiro de la siguiente forma. Para colimar un rifle de cerrojo se lo quitamos (el cerrojo), lo asentamos bien en la mesa entre mantas o saquitos de arena y miramos a través del anima del cañón a algo pequeño y lejano y, sin mover el rifle, un fantástico acompañante con más paciencia que nosotros mismos, mueve, si es necesario, las miras y las lleva hacia el objeto que el tirador está viendo por el ánima. Así ahorramos unas balillas y aproximamos bastante los tiros. La diana, para el primer tiro, pues cerquita, veinticinco metros más o menos. Hacemos un primer disparo y el tirador vuelve a apuntar al centro de la diana y el ayudante, con suavidad, sin mover el rifle va corrigiendo la posición de la retícula y llevándolas hacia el tiro. El tirador, por supuesto le va indicando. Así, después de cada disparo se puede ir alejando la diana hasta tenerla a una distancia lógica, de acuerdo con la tabla balística de la munición que estamos tirando. Esto requiere un poco de práctica, desde luego, pero creo que es muy buen método para no darle la patada a un visor oxidado. Un truco: a medida que alejamos la diana el agujero del balazo no se ve, hay que rodearlo con un rotulador gordo, que se vea por el visor.
El resultado, por cierto, fantástico y con la sorpresa de que el último disparo, el de comprobación, me costó encontrarlo porque estaba prácticamente encima del anterior. Lo del gamo, si al final tengo suerte, ya os contaré. Los sabios son, por cierto, Juan Conde, de Argali, y Pedro, del taller Fuente de la Dehesa. PD: Si no me he explicado bien, o necesitáis alguna aclaración, no dudéis en preguntar.
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