Corzos, precintos y problemas

A pesar de que este tema de la idoneidad de los precintos de la caza mayor, y en especial del corzo, y los problemas que su uso trae aparejado, ha sido ya tratado en uno de los foros de la Asociación del Corzo Español, el foro Corzos-L, creo que después de las muchas páginas que se escribieron el asunto no ha quedado muy claro. La verdad es que a mí me preocupa poco si el precinto sirve para algo o no, ya que en realidad servirá para tanto como nosotros queramos que sirva.


Lo que si me preocupa son los efectos que su imposición ha causado y que están bastante lejos de lo que se pretendía. En estas páginas se explicaron varios puntos de vista en que se analizaba su función como identificador de un animal y toda su información como dispositivo inicial de su trazabilidad, como elemento disuasor de furtivos, e incluso se habló de la posibilidad de llevar a cabo centros comarcales de precintado a manera de los utilizados para los salmones, en donde cada animal abatido pasaría unos controles sanitarios, se le tomarían muestras, mediciones, etc. y se procedería a su precintado legalizador.

Los problemas de los precintos

Sin embargo, no es mi intención entrar en estos temas relativos a la función última del precinto, ya que mi empeño es analizar la posibilidad de que su utilización no creara la disparatada demanda en precios que tenemos con toda su ruindad y corrupción asociadas. Lo que no debería existir es un cazador pagando la astronómica cifra de 3.000 € por un precinto de corzo, ni tampoco un Ayuntamiento, Junta de Vecinos, Asociación de Propietarios o lo que sea, pero titulares o arrendadores del coto en definitiva, recaudando esa cantidad a sabiendas de que se van a cobrar varios corzos por cada uno de los permisos concedidos. Este no es un problema policial, es un problema de otro tipo. Por otro lado, está demostrado que los controles de la guardería o de la Guardia Civil no sirven para nada, ya que se llevan a cabo en ínfima cantidad porque no hay suficientes efectivos y los que hay se tienen que dedicar a multitud de asuntos, quizás más graves.

Quién es el responsable

Pero también creo que se ha perdido de vista que no hay legislación autonómica alguna que no dicte que la responsabilidad última sobre la gestión de un coto es de su titular, por lo que no llego a entender muy bien como ese mismo titular se desentiende de su competencia recayendo todo el peso de la ley sobre el cazador en caso de ser aprehendido infringiendo la normativa, y encima engrosa su cartera a sabiendas de que se está contraviniendo la ley con su consentimiento y con la percepción de un beneficio ilícito. Por tanto, al primero al que habría que inculpar es al titular que no ha dispuesto de las medidas precisas para evitar esta mala práctica. Lo normal sería disponer de uno o varios guardas que acompañasen obligatoriamente al cazador en sus salidas, pero a muchos de nosotros esto no nos gusta, y menos aún en nuestro propio coto. Como soy ingeniero no creo en los sistemas en los que para su funcionamiento precisan de un continuo control humano, y menos cuando hablamos de sistemas por debajo de un determinado número y variedad de señales así como de respuestas a gestionar. Lo que tenemos ahora es algo así. Un sistema muy sencillo, pero que precisa de un permanente control externo, que casi nunca funciona porque no existen recursos para asignar al proceso de control, y porque sólo se controla un lado del problema. Como he dicho antes si tenemos en cuenta que el titular también debería estar involucrado en este asunto y además como agente principal, ¿por qué no crear un procedimiento en que cazador y titular se controlen mutuamente, y tan sólo haya que corroborar periódicamente que el sistema de control funciona?

El sistema

Imagínese que el cazador da muerte a su animal. Coloca su precinto, banderita, crotal, lazo azul o lo que sea, y por obligación ha de acudir en presencia del titular. Este corrobora la muerte del animal, y abre la ficha correspondiente de algo que sería como el libro de registro anual de caza. Este libro se puede complicar todo lo que queramos, desde un simple recuadro en la página donde se anote la fecha, la hora de la muerte, el paraje, el sexo del animal, el cazador y el número del precinto o crotal, con la firma del cazador y del titular, y la matriz del precinto grapada, hasta una ficha de campo completa con todos los datos interesantes sobre la biometría del animal. Lo importante es que en cada registro ha de quedar la matriz del precinto y la firma de ambos protagonistas y el sello en su caso. Si algo de esto falla, hay trampa. Pero antes de esto hay que ver que gran parte del problema proviene de la ausencia de control de la presencia del cazador por parte del titular. Esto quiere decir que si ni siquiera sabe que el arrendatario está cazando, menos va a saber lo que caza, porque en muchos casos se accede y luego se abandona el coto pasando desapercibido. Para evitar esto que es el comienzo de todo, este registro ha de disponer en cada hoja un cupón recortable numerado y con la identificación del coto, con la página correspondiente, en donde se especifique el día de caza y la firma de ambos. No se podrá entregar más que con una antelación inferior a unos pocos días, y si el cazador es sorprendido cazando sin el cupón será sancionado, ya que el precinto no valdrá a estos efectos. Al término de la jornada pasará por el responsable del registro para obrar en consecuencia. Si ha conseguido abatir un animal se sigue todo el proceso, si no lo ha conseguido, al menos deberá facilitar la revisión del vehículo por el titular, anotando en la ficha la ausencia de captura, teniendo que conservar el cupón durante su viaje de vuelta. En caso de haber tenido éxito, el titular arranca otro cupón específico para la captura, y esa será la prueba de que el cazador ha pasado por el control del mismo. Se puede argumentar que el titular no tiene o no puede estar continuamente a disposición del cazador para el alta en el libro registro, pero pueden reconocerse en este proceso personas auxiliares, como el alguacil, el juez de paz, o cualquier vecino de probada honradez que sea designado de forma reconocida ante el estamento público responsable de la caza. Si el cazador desea escamotear una captura y es descubierto, en el libro de registro faltará la anotación, su firma, la matriz del precinto y además carecerá del cupón de salida con la pieza. Con esto el titular no tiene responsabilidad alguna sobre este hecho, pero sólo de forma temporal. El contrato que exista entre ambas partes podrá ser revocado de forma inmediata por el titular, sin derecho alguno por parte del cazador, incluyendo garantías o señales depositadas, por incumplimiento fraudulento del mismo. Sin embargo, se hará la oportuna anotación en el expediente del coto, por lo que ante una reiteración de faltas de este tipo le podrá ser exigido al titular la imprescindible contratación de un guía para acompañar a los cazadores, o disponer de cualquier otro método fiable de control, en caso de desear efectuar cualquier aprovechamiento. En caso de reincidirse en estas acciones se debería abrir un expediente en el que tuviera penalizaciones en gradientes crecientes, desde la imposibilidad de homologar un corzo de este coto hasta su clausura, con las multas correspondientes. Pero también puede ocurrir que ambos personajes se pongan de acuerdo, de manera que el cazador exhiba su precinto y su cupón, que estará previamente firmado y sellado sin fecha, que se rellenará de forma precipitada, pero no aparezca la anotación en el libro registro. Esto es difícil porque tanto la hoja del registro como el cupón llevan el mismo número y la identificación del coto, pero se podrían intercambiar los cupones de cotos distintos. El agente medioambiental puede proceder a su comprobación inmediata, con anterioridad a que se pueda remediar la triquiñuela. En caso de demostrar la maniobra, el titular debería pagar como debe, comenzando por su imposibilidad de cazar y de titularizar un coto por un tiempo determinado. En el caso de que el propio titular sea el cazador sólo debería llevar a efectos de control su precinto, pero este sistema habría de ser aplicable a sus amigos, invitados y clientes.

Si además contamos con…

Con esto creo que la situación en la que nos encontramos con los precios y aprovechamientos abusivos de los permisos de corzo se podría atajar. Pero no hemos de olvidar tampoco que la administración debería estar obligada a conceder los permisos que se contemplan en cada plan técnico. Si les parece que adolecen de defectos deberían ser comprobados, ratificándolo y emitiendo el informe técnico adecuado, pero de no ser así se habría de conceder lo solicitado, no lo que le parece al funcionario de turno de forma arbitraria. Si a todo esto añadimos la implantación del tan solicitado registro central de infractores, con esta medida cualquier titular tendrá un conocimiento más acertado del posible arrendatario, sus socios, amigos e invitados y sus tendencias, que tanto pueden llegar a afectarle en el futuro.

Conclusión

En definitiva y resumiendo, desconozco si este sistema será el más acertado, pero tengo claro que el cazador debe dar cuenta de sus acciones y ser controlado por el titular del coto, siendo éste el último responsable de lo que ocurre en su coto, no pudiendo excusarse de esta importante función que la sociedad ha delegado en él. Se deberían arbitrar mecanismos sancionadores para los incumplimientos en ambos lados, procurando ayudar a los titulares en el cese de sus relaciones con los infractores, amparando la revocación de los contratos que les unen, y facilitando que los titulares puedan conocer el historial censurable de los posibles interesados previamente a la formalización del contrato. Con esto además se conseguiría ir acorralando poco a poco a los infractores, hasta que llegase el día en que les fuera imposible cazar, porque tendrían cerradas todas las puertas de entrada a cualquier coto. Estoy seguro de que en el momento en que el precio de mercado de cada permiso de corzo se situase en límites racionales las acciones furtivas, el fareo nocturno, los tiros desde los coches y los animales decapitados y abandonados en cualquier cuneta desaparecerían de nuestro panorama.
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