Una modificación necesaria

Hace tiempo que he perdido el interés por las armas, quiero decir por las escopetas. Y no es que me haya hecho galguero. Resulta que como ya tengo las seis que me autoriza el Reglamento de Armas, ¿de qué me sirve interesarme por nuevos modelos si no puedo tenerlos? Y no quiero entrar en la picaresca de comprar un arma, ponerla a nombre de un familiar y/o amigo, y andar siempre rellenando papelitos que dicen que es un arma prestada.


También podría vender alguna y sustituirla por esa superpuesta de última generación. Sí, pero no quiero, me gustan las escopetas que ya tengo por diversos motivos, incluyendo los sentimentales. Es más, la paralela que me regaló mi abuelo Antonio nada más cumplir los dieciocho sería la última en abandonar mi armero, aunque varíe a la izquierda. Con los rifles no tengo este serio problema porque el Reglamento me permite tener los que quiera. Pero no se crean que esto es así porque la Intervención Central de Armas y Explosivos haya querido premiar a los amantes de las armas rayadas. No, es que a los redactores del Reglamento se les olvidó incluir el verbo tener, que sí aparece en el artículo referido a las escopetas. De todas formas la Intervención Central compensa a los «escopeteros» con la posibilidad de tener hasta ¡seis rifles del .22! Quiero decir que con la licencia de armas de tipo D, que ampara a las escopetas, también puedo tener seis veintidós, pero para hacer el tonto me basta con uno. Porque ya saben que en España sólo se puede utilizar este calibre tan magnífico para hacer puntería en un campo de tiro autorizado. Que no les pille el Seprona en un coto «tirando al blanco» ni por supuesto cazando, que se llevan el arma y te dejan la receta. Para intentar paliar estos contratiempos, la Asociación Armera y la Oficina Nacional de la Caza han iniciado una campaña de recogida de firmas para forzar una modificación del Reglamento de Armas más acorde con los tiempos y con el sentido común. Por ejemplo, quieren quitar esta limitación que afecta a las escopetas y arreglar otros asuntos que resume Juan Francisco París en un interesante artículo. El asunto de las armas deportivas de este país está viciado y lleno de prejuicios, y todos estamos contaminados, empezando por la sociedad, siguiendo por la Guardia Civil y terminando por los cazadores, que nos tragamos y sufrimos en silencio todas las limitaciones que nos imponen, muchas de ellas absurdas o fruto de un control obsesivo y enfermizo. Hace unos años, siendo Valdivieso director general de la Guardia Civil, nos invitó a varios periodistas cinegéticos para cambiar impresiones sobre el Reglamento de Armas y las actuaciones del Seprona. Estaban también allí los jefes del seprona y de la Intervención central. Se inició el intercambio de pareceres y recuerdo cómo las intervenciones del jefe de la Intervención Central eran muy inmovilistas y tan obsesivas con la seguridad que llegaban a ser asfixiantes, por no decir absurdas. Una cosa es controlar razonablemente y otra poner tantas trabas que terminan bloqueando la actividad que se pretende regular. El tema de las armas genera miedo en nuestra sociedad. Y el miedo provoca psicosis y desconfianza que se traduce en reglamentaciones agobiantes. La Guardia Civil no parece fiarse de quien tiene armas, aunque sean para cazar o competir, y por eso les pone un cupo o les hace ir con ellas cada cinco años a los cuarteles, algo que no pasa en los principales países europeos. ¿No basta con con que alguien tenga que pasar un exámen teórico-práctico de armas, un test psicofísico y demostrar que no tiene antecedentes penales? Además el Reglamento prevé fuertes multas a quien no comunique un cambio de titularidad, pérdida, robo o transformación de un arma. O que hagan como Hacienda, que realicen controles aleatorios. Por favor, ayúdenme firmando en las armerías o en la página web de la Asociación Armera, que quiero comprarme una preciosa superpuesta del 20.
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