Nuevos y mortales argumentos

En los últimos días el mundo de la caza está siendo acosado de forma injusta y torticera por determinados grupos de «amantes de los animales» tan desconocidos como oportunistas. Y utilizando esta vez el perro de caza como una pobre víctima torturada.


Incluso el grupo ecologista radical que todos conocemos, ése que incitaba a cortar las cercas cinegéticas y recomendaba los alicates más adecuados, no ha tenido reparo en airear en la prensa que 100.000 perros —da igual un cero más o menos— serán abandonados a su suerte por los cazadores «porque ya no les sirven». Y lo peor es que la prensa se hace eco en sus titulares de estas cifras sin contrastar de dónde salen estos datos tan falsos como tendenciosos. Los galgueros llevan padeciendo este tipo de acoso desde hace más tiempo, teniendo que soportar todos los años la famosa foto del galgo ahorcado, pareciendo así que es práctica habitual. No es de extrañar que haya habido incluso en Estrasburgo iniciativas pidiendo la prohibición de la liebre con galgos por las «torturas» que padecen estos perros a manos de sus dueños. La Federación Galguera y el Club del Galgo Español no son capaces de frenar toda esta ofensiva que poco a poco va deteriorando su imagen ante la opinión pública. Los pobres galgueros incluso han demostrado científicamente —por los niveles de su «proteína de la felicidad»— que los galgos son más «felices» cuando persiguen una liebre, cuando están cazando. Pero esto no parece interesarle mucho a los que quieren la «felicidad» de los lebreles. Los ataques a la caza, que siempre estuvieron justificados por supuestos daños a la naturaleza, tienen nuevos y mortales argumentos. Ahora tienen su fundamento en la crueldad. Crueldad con los animales y con los perros. Aunque la verdadera razón de la prohibición de la caza del zorro en Reino Unido era fastidiar a la «rancia aristocracia inglesa», el Gobierno inglés lo ha vendido como la prohibición de una práctica cruenta. Cuidado con jugar con estas palabras. Cuidado porque cuando se juega con el corazón sobran las razones más poderosas. Ya vimos qué opinaban de nosotros los universitarios. Algunos nos llamaban «asesinos» con total tranquilidad e impunidad, confundiendo semánticas y conceptos. Pero suman y siguen. Se va cumpliendo aquella frase que dijo un histórico naturalista hace años: «Llegará un día en que matar un animal sea un asesinato». No sé si tenemos la batalla perdida. Tenemos en contra una sociedad cada vez más alejada de la naturaleza y de los pueblos, donde la caza es natural, cotidiana, tradicional… Además conserva y trae riqueza. Tenemos que hacer todos un esfuerzo y adaptarnos a la situación y a los nuevos tiempos. Tenemos que aprender a reivindicar lo nuestro donde menos se nos quiere y conoce: en las ciudades, en los colegios, en las universidades, y por supuesto utilizando las tecnologías de la información. Una nueva generación de cazadores está entrando en muchas y viejas asociaciones de caza. En Aproca, en la Federación… incluso sustituyendo a veteranos dirigentes que lucharon por la caza como pudieron y supieron y tienen merecido su descanso. Hablo, por ejemplo, de Ricardo Ayala, de José Luis Garrido o de Ángel Gracia, que se merecen nuestro más sincero agradecimiento. Nueva gente para nuevos y mortales argumentos. Nuevos tiempos en los que nos jugamos la propia supervivencia de la caza.
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