La perdiz roja, una obsesión venatoria

La perdiz roja ha guardado la llave de nuestras emociones cinegéticas y queremos acusar recibo. Buscamos devolverle algo, ahora que cada vez las damos ya menos tiros. Muchos cazadores hemos dedicado nuestro tiempo y esfuerzo y hemos dicho cada cosa de las perdices que si se enteraran nuestras mujeres nos reprocharían como la Celsa al Juan Gualberto, El Barbas: «¿Puede saberse qué tienen las perdices que no tenga yo?» (Delibes, M.), mi paisano, que fue quien me pasó el virus de la pasión cuando me empezaba a salir el bigote.


La perdiz roja ha estado excesivamente escasa este año por la acción conjunta de varias causas por las que dicen los estudios que ha llegado su declive en los últimos cuarenta años. El gobierno se pregunta por ello en el congreso. Que pregunten a diecisiete Consejerías de M.A. y otras tantas de Agricultura, o a ellos mismos, que conocen a través de FEDENCA lo letales que son ciertos biocidas y la contaminación genética y sanitaria de algunas granjas. De todas las causas que matan a la perdiz, hay algunas más determinantes en el desastre perdicero que requieren mejor respuesta de administración, cazadores, agricultores y ganaderos. La perdiz roja necesita buena conciencia de todos estos actores o los juzgados para su defensa. Estamos cada vez peor. Si no tomamos medidas contundentes, y las hay, no conseguiremos reconducir la situación. La perdiz se sublima y esfuma hasta desaparecer como en un juego de prestidigitación sin saber nadie por qué ha sido. O sabiéndolo y mirando para otro lado. Una cuadrilla de románticos entre los que estamos enrolados Eduardo Coca, Miguel Angel Romero (que contesta en Club de Caza con valentía, documentos y verdad a las preguntas del Gobierno) y el que suscribe —sin ninguna exclusividad por nuestra parte—, llevamos toda una vida de predicadores del desierto, viéndolas venir, pidiendo racionalidad en los usos que condicionan el hábitat, respeto del cazador a la reina de la menor, protección administrativa para que los biocidas que la envenenan sean sustituidos por inocuos y también para que la perdiz bastarda no triunfe en la granja donde el negocio, exclusivamente, aparta a la perdiz no contaminada. Están arrasando a la especie más importante de toda la cinegética. Hemos perdido estas batallas y esto frustra, pero yo creo que no damos ninguno la guerra por perdida. Hay muchos cazadores dándonos aliento, pero se les acaba el fuelle de la esperanza. De la arribada de Marcos Pedregal con una plataforma S.O.S. Salvemos la Perdiz Roja saldrán nuevas voces para la conciencia de todos, que son bienvenidas por tocar ese palillo mediático. Pero mantengo la propuesta de ser expeditivos, pues datos de envenenamiento, hibridación y transmisión de enfermedades ya tenemos, gracias a los estudios de RFEC a través de FEDENCA, y también juzgados para hacer cumplir la Ley 42/2007 de P.N. y de la Biodiversidad y el RD 1628/2011 de especies exóticas e invasoras, así como otros mandatos. Legislación que sólo es cumplida en contadas Comunidades y no del todo. Hay cinco que no han querido saber nada de nuestros estudios. Daré datos sobre esto en el próximo trabajo que envíe a este foro. ¿Qué pasa a la perdiz —se pregunta todo el mundo—, que desaparece del campo sin saber por qué? Todos recordamos los buenos tiempos cuando el rendimiento era de casi dos perdices por Ha en Castilla la Mancha y de media perdiz en algunos cotos de Castilla y León. Y lo mismo en toda España (casi como ahora, que es diez veces menor en las dos). Mi cuadrilla de caza conoce por mí los rendimientos de nuestro coto hace 40 años y ahora sufren la piel tersa del campo que dejó la concentración parcelaria hace ya 28 años —con único perdedero para la perdiz tras el tabón de la arada—, están informados y a la última de los letales efectos de los biocidas (saben que acabamos de descubrir otro letal en semillas de maíz) y valoran la alta presión predadora. Saben lo nefasta que es la perdiz bastarda y que no vale en esta situación nuestra nula extracción de caza, que dejamos de hacer muchos años ante cualquier amenaza. Se preguntan ¿por qué ha sido tan ruin la crianza de este año, si estas condiciones ingratas para la perdiz se dieron otras temporadas y no fue tan grave la situación? Lo que ignora seguramente la mayoría de los cazadores es una situación especial de este año 2012: la meteorología. El año 2012 ha sido en España extremadamente seco y cálido, que significa una meteorología adversa para la cría de la perdiz y de la codorniz, un problema cíclico que se da cada diez años aproximadamente. A ver si somos capaces de explicar bien los datos que conocemos. Pero será otro día. Analizaremos ese decálogo de cuestiones que fueron señaladas por todos los expertos, como las diez causas que han precipitado en estos cuarenta años a la perdiz roja a este pozo en el que se encuentra. Nadie espere descubrimientos y milagros, pero sí análisis y datos, que algunos tenemos. Daré también datos en mi próxima intervención en este foro sobre pluviometría y producción de perdices. Hablaremos del peor veneno, el legal, que acompaña al trigo y el maíz de colores, adornado por Tiram, Imidiacloprid y Fipronilo, producidos por industrias del país de la señora Merkel, tres biocidas letales y legales de los que usa la agricultura de los últimos años. También de genética y sanidad de algunas perdices de granja de sobra conocidas y de cinco comunidades perdiceras a las que no les han preocupado los estudios de FEDENCA-RFEC sobre esas cuestiones claves. Lo haremos de otros problemas de diferente índole: ecológica y medioambiental, agrícola, climatológica, administrativa, antropológica, de predación. Este último sí que es problema que no quieren resolver las Consejerías de Comunidades Autónomas, pues disponen de las Directrices Técnicas del MAGRAMA y están amagadas porque están presionando los ecologistas para que no apliquen lazos y cajas trampa, homologados y legales. Tampoco controlan las repoblaciones indeseables. Y notros no nos esforzamos en cuanto a la excesiva presión cinegética, ni el furtivismo, ni la falta de gestión. Demasiados problemas sin resolver. No sé cómo resisten y nos aguantan. Las admiramos mucho, pero pienso que las queremos poco.
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