Sensibilidades al margen

La caza de unos pocos animales en Collado del Almendral, un denominado Parque de la Fauna Silvestre ubicado en el interior del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas (Jaén), ofertados previamente por la Administración andaluza, ha desatado la polémica. Otra más.


Las razones de esta oferta pública de caza en un recinto sometido a la máxima protección las justifica la delegada del Gobierno andaluz en Jaén, Purificación Gálvez, aduciendo de un lado razones económicas (“Hay que obtener ingresos que permitan atender otras necesidades”), y de otro la conveniencia de reducir la superpoblación de ungulados. A la postre, fueron cazados dos ciervos y dos muflones de los muchos que habitan en el mencionado Collado (con gamos y cabras monteses) en régimen de semilibertad, por los que la Administración obtuvo 8.000 euros. No parece suficiente para tanto ruido, pero lo de menos son esos números —dicen quienes más han protestado— o la escasa deportividad de unos lances que se adivinan fáciles, lo que importa es el espíritu o la filosofía que se esconde tras lo que se podría haber quedado en anécdota o paradoja. Y no les falta razón. Veamos. El Parque de la Fauna Silvestre Collado del Almendral es un recinto cerrado, relativamente pequeño y de fácil acceso en el que habitan en aparente libertad especies como las citadas y algunas otras, para solaz y esparcimiento de los muchos amantes de la naturaleza que lo visitan cada año. Ese Parque está a su vez dentro de la Reserva Andaluza de Caza, lo que en otros tiempos fue el Coto Nacional de Caza de las Sierras de Cazorla y Segura, de 70.000 hectáreas, que a su vez está ubicado en el Parque Natural que nos ocupa, declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1986, y el mayor espacio protegido de España, con más o menos 210.000 hectáreas. La pregunta es: ¿qué hace esa atracción turística en una reserva de caza? Como reclamo publicitario, la Junta de Andalucía asegura que los visitantes podrán contemplar a los animales en su ambiente natural, es decir, que hay tantos que los podrán ver a poco silencio que guarden. ¿Es eso natural? ¿La superpoblación no entraña riesgos? (Recordemos lo que pasó con la sarna precisamente en Cazorla hace no muchos años). El de la protección es tema delicado, que hay que saber conjugar con su sostenibilidad, todo ello condicionado por intereses políticos de uno u otro signo y sus consiguientes manipulaciones propagandísticas. Delicado y complicado, porque para proteger hay que matar, es decir, controlar las poblaciones, eliminar el sobrante, porque no hay territorio, por grande que sea, que no tenga límites, y unos vecinos que también son sujetos de derecho. De otra lado, cuando se intenta conjugar fauna silvestre con atracción turística convencional, acaba apareciendo un zoológico. Y un zoo es cualquier cosa menos natural. Por cierto, hay muchos y se suele poder llegar a ellos en el Metro. Un parque natural tiene que ser otra cosa, y quien quiera ver animales silvestres en su entorno, ya sabe, permiso, guía, buenas botas, morral, una vara, tiempo y mucha perseverancia… esto es, lo que hacen los cazadores pero sin arma. Por fortuna, contamos en España con muchos espacios protegidos dignos de serlo, que hay que gestionar con criterios técnicos para que no degeneren, con respeto a sensibilidades diferentes y respeto también a las circunstancias y a las necesidades de los territorios colindantes. Son un tesoro a conservar, y patrimonio de todos, razón por la cual deberían ser gestionados por técnicos, con criterios exclusivamente técnicos y sin concesiones a la galería. Y que sean esos gestores los que digan si hay que eliminar animales, cuáles, cuántos, por quiénes y de qué manera. Ya saben, para que los espacios persistan y sean sostenibles. Las sensibilidades son humanas y son buenas, no lo ponemos en duda, pero lo que hace falta es actuar con rigor.
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