Relaciones entre caza y agricultura

Los sistemas agroganaderos son determinantes para el equilibrio faunístico y medioambiental en sus territorios de incidencia.


La perdiz pardilla (Perdix perdix) se desvanece en nuestras sierras por falta de intervención agrícola y ganadera; por deshumanización de los hábitats ocupados. La perdiz roja silvestre (Alectoris rufa) camina hacia la desaparición en nuestros territorios más humanizados, entre otros varios motivos, por exceso de actividades agrícolas y aplicaciones fitosanitarias. Podríamos resumir que, por exceso y por defecto, la agricultura es determinante para el estado poblacional de nuestras perdices. Estos meses atrás y a raíz de publicarse los primeros resultados del proyecto semillas que no son concluyentes, pero sí muy llamativos, se ha creado una alarma general y cierta incertidumbre entre los ámbitos que se sienten implicados. Tal vez se nos haya ido la prudencia de la mano de la indignación. Aunque todo apunta en el mismo sentido de gravedad de los datos, ahora, más en frío, y visto cómo ha impactado en los sectores afectados la noticia, creo que sólo es recomendable dar datos tan contundentes cuando estén más contrastados con ensayos más amplios y en situaciones más coincidentes con las naturales, que son más livianas, porque en otro caso estaríamos ya sin perdices. En algunos medios esa noticia ha tenido derivaciones que apuntan hacia un enfrentamiento inexistente y alguna velada acusación a los agricultores, en general, por los efectos sobre la fauna de los tratamientos aplicados. Nada más injusto. Yo creo que todos entendemos que el manejo de un producto legal se hace por el agricultor sin cargos de conciencia, ni cortapisas, aunque sea mortal. ¿Qué puede saber él? Es lo mismo que si se demostrara que las aspirinas, tomadas con mesura, producen un efecto letal: no podemos culpar al farmacéutico que ha creído que era sólo un analgésico. A quien todos deberemos pedir productos inocuos es a las empresas productoras del fitosanitario que envenena y explicaciones al ministerio y a las consejerías que tengan atribuidas las responsabilidades sobre control de la contaminación y mantenimiento de la biodiversidad. Como ocurre con todos los calificativos globales, generalizando se peca de injusticia porque en los grandes grupos algunos actuarán de manera ruin, pero siempre habrá otros muchos que lo hagan de forma exquisita. La mayoría de los agricultores son sensibles a lo que pasa con la fauna. La agricultura y la caza siempre han estado hermanadas y, aunque no tengo datos estadísticos, son dos de los gremios con mayor porcentaje de individuos en común. Son actividades afines que se desarrollan en el mismo medio y el dueño de la tierra sigue siendo el propietario de la caza que hay sobre ella. Es necesario aclarar que nadie de nuestro entorno ha culpado en esta ocasión al agricultor, pues no le achacamos la responsabilidad de que un producto autorizado por ley y aplicado en dosis recomendables, pueda resultar perverso. Dicho lo anterior, creo que es muy bueno para todos, especialmente para las perdices, saber con detalle que existen algunos productos, que ponen las empresas internacionales en manos de los agricultores y, aplicado en ciertas dosis, pueden ser nefastos para ellas. Los cazadores andaluces, según dice Andrés, llevan esta frase conseja en el morral: «matan más las recetas que las escopetas». Si la premura informativa ha servido para que algún agricultor haya limitado o retirado ya al tiram y al imidacloprid en sus aplicaciones, bendita sea la imprudente noticia. Cualquier agricultor estará deseando que le den otro producto tan eficaz como el indeseable y que no produzca daños. En ese sentido y de la misma manera que los cazadores intentamos dar a conocer que no hay nada que reprochar al agricultor que aplica los productos en las dosis recomendadas, creo que será muy bueno que las asociaciones agrícolas informen internamente sobre la peligrosidad que tienen determinados productos y lo recomendable que es no pasarse un ápice en su concentración aplicable. A partir de ahí, todos tendríamos que solicitar ante las autoridades pertinentes la retirada y sustitución por otros productos inocuos. Y si fuere menester, acudir a otras instancias legales, si no nos hicieran caso. Después, no creo que nadie nos pida a los patrocinadores de investigaciones ocultar algo evidente, si resultara malo para la naturaleza y para la caza. Al contrario, será recomendable darlo a conocer, para impedir o minimizar los malos efectos de su aplicación. Me figuro que todos los amantes y gestores de las perdices, y los agricultores, estaréis de acuerdo con esto. No hay duda que las empresas de fitosanitarios pondrán de inmediato otro producto en el mercado que sustituya al perverso y cumpla con las directivas de defensa de la fauna, para satisfacción de todos y, sobre todo, para poder seguir ellas en este negocio. Me ha extrañado que algunos de los que nos hablan de la oportunidad de la noticia y son cazadores, no hayan hecho ninguna alusión a la ausencia de perdices (que es el quid de la cuestión), y que estoy de acuerdo que se debe también a otras variables. La encuesta realizada entre conocedores de la perdiz en España, que hice hace unos años para la revista Federcaza, tiene unos resultados que están totalmente en vigor: La perdiz se acaba por unas diez cuestiones diferentes, aunque las más determinantes son las que en estos momentos estamos estudiando con esos proyectos de investigación (genética, semillas, mapa genético y sanitario, niveles hormonales etc.) que patrocinamos los cazadores federados y a los que ninguno de los que se sienten afectados, nos están ayudando.
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