La caza en el ‘candelabro’

«La he liao parda», dicen que dijo el ministro Bermejo cuando vio la portada que el semanario Época sacaba a la venta. Y, efectivamente, la ha liao parda. No vamos a entrar en el hecho político, ni ético ni legal ni estético de la acción del Ministro y el Juez, pero sí en las repercusiones cinegéticas que este acontecimiento tiene y tendrá.


Bienvenido, señor Ministro, titulábamos en un editorial de nuestra revista cuando tomó posesión de su cartera Bermejo. Basábamos nuestro aserto en la convicción de que sería bueno para nuestra actividad el que un alto miembro del Gobierno fuera cazador y no se escondiera por ello, es más, que hiciera gala de su afición. Los acontecimientos que han tenido lugar en los últimos coletazos de esta temporada han venido a darnos la razón. La caza —y ahora ya no hay género de dudas— es una actividad interclasista que practican todos los estamentos sociales e ideológicos de nuestra sociedad y que, gracias a la valentía del ministro Bermejo, va a estar en todos los medios de comunicación sin la cantinela peyorativa de que su práctica sólo atañe a una determinada clase ideológica y social. Porque, lejos de esconderse, ha salido a los medios defendiendo a la caza y a los cazadores y aceptando el hecho como una actividad natural. Esto ha servido para que todas las radios, televisiones y periódicos de interés general hayan hablado de nuestra actividad y todas esas tertulias, todos esos comentaristas, todos esos programas, habían tratado la actividad cinegética como un hecho natural. Bienvenido, señor Ministro, porque gracias a todos esos artículos y comentarios en los medios generalistas, la gente se dará cuenta de que Andújar es un paraíso natural donde hay más linces que en Doñana y donde la actividad principal es la caza. Bienvenido, señor Ministro, porque gracias a todas esas tertulias la gente se va a dar cuenta de que la caza es una actividad que genera una ingente cantidad de recursos económicos y que tiene una incidencia importante en los P.I.B. locales y en el empleo de las zonas rurales. Y, Bienvenido, señor Ministro, porque gracias a todos esos programas la gente se va a dar cuenta de que la caza no es patrimonio de la derecha, sino patrimonio de la humanidad. Porque la cacería de marras la organizaba uno del PP, cazaba uno del PSOE, había gente técnicamente independiente, abstencionistas y, sin duda, algún simpatizante de IU. También ha sido positiva la reacción de los partidos políticos porque todos, salvo el PNV que ha comparado la situación con la época del franquismo —debe ser porque ellos de fascismo saben un rato—, los demás han afeado al Ministro su conducta y no su actividad, mereciendo, a nuestro entender, una mención especial Gaspar Llamazares que ha manifestado que, aunque a él no le gusta la caza, no hay que darle mayor trascendencia al asunto. Y es que, lo quieran ver o no, hay cazadores en el PSOE, en el PP, en IU, en el PNV, en ERC, en la banca, en la bolsa, en el cine, en el deporte, en la música, en el teatro, en la Administración, en el Gobierno y, fundamentalmente, en el pueblo. Vienen al caso esas coplillas populares que, ligeramente modificadas, ilustran convenientemente el episodio acaecido: Caza el pobre, caza el rico, caza el Rey y caza el Papa, y en este mundo maldito, sin cazar nadie se escapa. Pues eso.
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