Como la visita duraría el fin de semana, me lo llevé el sábado a la sierra a ver los bichos. El «viejo guerrero» se comportaba como si, de verdad, fuéramos a echar un día de caza.
Hicimos un montón de kilómetros por las pistas forestales. El día nos salió redondo. Vimos machos monteses, cuatro venaos, dos de ellos unos pavos de mucho bigote. Mi amigo iba entusiasmado porque, como yo, sale ya poco de caza. Y es que, según vas perdiendo poder adquisitivo, vas siendo peor cazador. Es la norma.
Nos sentamos en un risco con los prismáticos, una ristra de chorizo picante, media hogaza de pan y la bota del vino… Estaba fresco el día.
Al rato oímos dos venaos pegándose. Huyendo de la quema salieron del matón otros dos más chicos y, al poco, salió corriendo el perdedor y detrás el capo… precioso. Todo ello con los berridos que os imaginaréis los que conocéis el tema…