Ni se olvida ni se deja…

La semana pasada vino a verme un amigo «de los de toda la vida», de mi tierra toledana.


Como la visita duraría el fin de semana, me lo llevé el sábado a la sierra a ver los bichos. El «viejo guerrero» se comportaba como si, de verdad, fuéramos a echar un día de caza. Hicimos un montón de kilómetros por las pistas forestales. El día nos salió redondo. Vimos machos monteses, cuatro venaos, dos de ellos unos pavos de mucho bigote. Mi amigo iba entusiasmado porque, como yo, sale ya poco de caza. Y es que, según vas perdiendo poder adquisitivo, vas siendo peor cazador. Es la norma. Nos sentamos en un risco con los prismáticos, una ristra de chorizo picante, media hogaza de pan y la bota del vino… Estaba fresco el día. Al rato oímos dos venaos pegándose. Huyendo de la quema salieron del matón otros dos más chicos y, al poco, salió corriendo el perdedor y detrás el capo… precioso. Todo ello con los berridos que os imaginaréis los que conocéis el tema…
Hubo un momento en que mi amigo me dijo: «Che, ¿te puedes creer que me tiemblan los prismáticos de la emoción?»… y yo, echándolo a broma y para disimular que hacía ya rato que a mí me pasaba lo mismo, le dije que eso era el Parkinson con un cincuenta por ciento de tinto… Y es que las sensaciones del monte no se olvidan, los olores, los ruidos, los silencios, la emoción, el ver de reojo moverse un bicho a la sombra de los árboles, el presentir por dónde va a aparecer un cochino sin haberlo visto pero ¡¡lo sabes!!… Eso, como dice la canción del viejo amor… «ni se olvida ni se deja». Luego, cuando ya empezó el sol a aflojar, empezaron a salir del arroyo cochinas con primales y bermejos… vimos treinta y tantos, tan tranquilitos. Hociqueando en los bancales que caían hasta el río. Y de postre, al tomar una curva, ya de vuelta por una pista, nos sale, de debajo de un viejo cerezo, una marrana con tres rayones corriendo por el camino. Como los pequeños se le quedaban atrás, ella se retenía y en lugar de meterse al monte, cosa rara, los llevamos delante del coche más de doscientos metros… una delicia. Hasta me dio tiempo a hacerles una foto… En fin…
Comparte este artículo

Publicidad