Cada año vienen menos oscuras golondrinas

Me empecé a fijar en la disminución de tan poéticas aves a partir de mayo del año 2010 cuando por las hoy tan corrientes y extemporáneas olas de frío y calor, en este caso de frío, murieron muchos miles de golondrinas en el Norte Peninsular. Por cierto, que la citada mortandad no fue la primera. Ni mucho menos. Los obsequios del cambio climático parece que son todos para mal.


El caso es que voy a muchos lugares y creo encontrarme con efectivos suficientes, cual es el caso de en El Rocío (Huelva), pero me paseo por mis pueblos de Castilla y hablando con unos y con otros, comprobamos con estupor todos nosotros que de unos años a esta parte van disminuyendo de forma preocupante. Y lo que es peor, se las ha perdido ese amor y respeto que siempre se las tuvo como consecuencia de esa leyenda que dice que le quitaron las espinas de la cabeza de Nuestro Señor. Recuerdo que de niño anidaban en el cuarto carro de mi casa en Fuente Andrino (Palencia) y mi madre cubría con sacos la maquina de beldar a zancada y la de segar mediante tracción animal, pues sus cagadas eran corrosivas y muy difíciles de quitar. Y eso que cuando puede la madre recoge el saco fecal de su descendencia, pero no tiene tiempo para recoger tantos sacos fecales y dar de comer a una prole que cuando menos son cinco y a veces más. ¡¡La de horas que me habré tirado yo debajo de los nidos de golondrina viéndolas cebar a su inquieta y bullanguera prole!! Bueno, el gato también las observaba, pero por distintos y aviesos motivos. Hacían el nido en el madero del caballete del citado lugar de forma que a sus muchos depredadores les fuera difícil acceder a un nido bien construido de barro con una mullida de plumas de gallina de nuestro corral. Pero el gato era muy cuco. Él sabía que cuando les salían los cañones a los golondrinos, a veces eran tan voraces que por imprudentes se caían el nido y entonces él, como era ateo, se los zampaba en un santiamén. A los perros se les puede educar, pero a los gatos no, son como son y si quieres que se coman los ratones hay que aceptarles y respetarles tal cual sin menguarles su personalidad. Cosa que no me parece mal si se controlan debidamente, pero ahora con el abandono rural hay gatos asilvestrados por doquier y hacen un daño monumental, sobre todo a las aves que nidifican en el suelo y en los tejados. Por eso no creo en esos planes cinegéticos de aprovechamiento que no tienen en cuenta a los gatos con o sin propietario. Así nos va. A lo que hemos llegado. La sociedad urbanita no sabe de lo que es capaz un gato. En mis vacaciones y periplos por el sur de España, me he encontrado con muchas urbanizaciones que estratégicamente ponen un hilo electrificado para que no hagan nido las golondrinas en los lugares querenciosos. Y eso, siempre lo he considerado como un insulto a la naturaleza, pero ahí están y nadie dice o hace nada al respecto que no sea quejarse y trincar subvenciones so pretexto de anillamientos cuyas técnicas ya están superadas pudiéndose hacer seguimientos fidedignos hasta de las abejas de forma informatizada a través de la implantación de microchips a nivel individual. Miren ustedes, los insectos tales como las abejas son imprescindibles para polinizar. Dicho de otro modo, si desaparecieran los insectos voladores, se acabaría la humanidad. Y aquí se juega con soluciones parciales sin importarnos la cadena trófica ni nada de lo que ella lleva aparejado.
El nido de golondrina tiene que ser inaccesible para: gatos, ratas, culebras, meloncillos, lagartos, mustélidos en general, cernícalos, lechuzas, mochuelos y sobre todo para las urracas, pues yo las he visto hacer verdaderas acrobacias aéreas en aras de llevarse el contenido de los nidos de golondrinas. Las urracas han invadido las ciudades de la noche a la mañana. Y ante situación tal, nadie hace un plan anual de seguimiento y viabilidad de las poblaciones de las ciudades para nivelar lo desnivelado por nuestra mala actuación en el mundo rural. Aquí se creen que con contratar a matabichos profesionales que maten ratas, ratones y palomas de cualquier especie, está todo arreglado y lamentablemente hay más especies que administrar en las ciudades que en un campo quemado y envenenado por una agricultura, ganadería y montes tratada de forma irracional. Oigan, que en los pequeños pueblos de Castilla se refugian las pocas perdices autóctonas que quedan en convivencia con los zorros que crían guardando las distancias, claro está. No ignoro el gran índice de mortandad que propician esos venenos que se dispersan desde avionetas para matar moscas, mosquitos y todo lo demás. Resulta que donde se vierten tales venenos tienen las golondrinas sus lugares para beber, recoger el barro de los nidos y para comer a costa de los mosquitos que los venenos matan en aras de un turismo que siempre fue pan para hoy y hambre para mañana, y, no nos engañemos, el veneno agrícola y leñero surte un efecto letal sobre su condumio. Bueno, y de las aguas envenenadas por otras causas, mejor no escribir.
El gravísimo problema de las golondrinas es el desmantelamiento del mundo rural, pues a ellas les gustaba anidar más en los pueblos que en la ciudad. Desmantelamiento que ha traído consigo el deterioro de sus lugares de nidificación y ha dado acceso indebido a una plaga de depredadores a la que antes se les ponía el coto necesario para que se circunscribieran a vivir en los lugares que la naturaleza les había demarcado. De lo contrario se les esperaba, se les mataba y a otra cosa. Miren ustedes, pronto la barbaridad que se está cometiendo con cargarse el mundo rural nos pasará factura. Sepan que los incendios habidos y por haber, en su mayor parte, son consecuencia del abandono del mundo rural. Y esto no ha hecho más que empezar. Otra de las cosas que he observado con rabia y con mucho dolor, es como las “sas marías” de los pueblecitos capitalinos o del chalet adosado la emprenden a escobazos con el nido antes de que lo terminen para que no ensucien su joya de hormigón armado y jardincillo de plantas alóctonas. Este su seguro servidor ha escuchado con atención a una “sa maría” como le contaba que con el palo de enjalbegar las destruía los nidos para que no cagaran encima de los coches de sus hijos cuando venían de la ciudad. Oigan, que el ministerio de la cosa se gasta un pastón en una propaganda que no sé cómo se administrará, pero que él mismo dice en el Atlas de las Aves Reproductoras de España que la cosa va mal. Administrador que administra y enfermo que enjuaga, algo traga. Oigan, que al “señor Manuel” de no sé donde le pillan cogiendo cuatro pajarillos y sale en la prensa nacional más que los abundantes ladrones de bancos y cajas de ahorros quienes nos han llevado a una crisis que nadie sabe cuándo y cómo se superará (si se supera). Los nidos que se destruyen dejan un cerco delator que imposibilita negar tal deleznable acción. Nada. Es más fácil multar al de la red de libro y el cimbel. A este último, si se descuida, carga hasta con el desaguisado de Bankia. Como debe de ser.
En el Atlas de las Aves Reproductoras de España alojado en la web del ahora denominado Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en su página 385 dice textualmente: «Una de las posibles causas de la disminución de sus efectivos pudiera ser el despoblamiento rural, al quedar sus lugares preferidos para la cría abandonados y en muchos casos destruidos (Möller, 2001), y ser invadidos por depredadores, principalmente ratas y Lechuza Común como ha sucedido en otros países. Otra causa de su descenso puede achacarse al uso intensivo de insecticidas que merman su potencial reproductor (Cabello de Alba, 2002b). El programa Swallow Project de EURING siguedes de hace años la dinámica espacio-temporal y otros aspectos de su biología en algunos países europeos, incluida España, circunstancia que puede aclarar un poco los problemas de la especie en este aspecto, como ya ha sucedido en otros países (Rubolini et al., 2002).Florentino de Lope». Ya, pero a mí no me basta con que documentalmente y tan grandes sapientes me den la razón en un libro de tan alto parangón. Yo, como ciudadano de a píe que soy, me gustaría saber lo que se está haciendo en pro de la especie. A la cada vez más abundante cigüeña, cuya depredación es monumental, se la invita a venir y se llenan nuestros villorrios de señuelos para aquerenciarlas, pero a las golondrinas se las echa o se las destruyen los nidos porque cagan como cualquier mortal. Lo que jamás entenderé es como para cazar o no cazar una especie que suscite interés venatorio se llevan a cabo planes de gestión, de aprovechamiento y la madre que lo parió. Pero esos mismos planes de gestión y conocimiento de la evolución de las especies no se hacen en las ciudades y villorrios de España. ¿Por qué? ¿Todavía hay que pagar más?
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