Caza selectiva en Gredos

Soy una gran aficionada a la caza, pero la de alta montaña era algo nuevo para mí. Desde pequeña, rodeada de un ambiente muy cinegético y especialmente montero, he tenido la fortuna de escuchar infinidad de lances y anécdotas de caza en montaña entre mis familiares y amigos, y por ello tenía ganas de vivir mi propia experiencia de altura.


Para mi bautismo en la montaña escogimos una de las sierras más bonitas y emblemáticas de España. La Sierra de Gredos, situada en el Sistema Central, cumpliría todas mis expectativas y sería mi bautismo en esta modalidad.

Dispuse de unas minivacaciones que aproveché para desconectar en un sitio maravilloso, con un entorno majestuoso y en la mejor compañía posible. Llegamos así a Barco de Ávila, un pueblecito precioso, con mucho sabor medieval, situado en el Valle del Tormes. Una sólida muralla rodea al conjunto histórico que conforman sus calles, plazas e iglesias, y que son de gran interés cultural, destacando la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el Castillo de Valdecorneja, la Puerta del Ahorcado, la Plaza Mayor y, cruzando el Puente Viejo (puente románico), la Ermita del Cristo del Caño. Unas joyas arquitectónicas que no hay que dejar de ver.

Pero sin duda no te puedes ir de allí sin darte un paseo por las riberas del río Tormes, pues muestran unos paisajes y unas vistas espectaculares de la Sierra de Gredos.

Y en este lugar tan precioso se encontraba nuestro hotel, el Izán Puerta de Gredos, en una lujosa villa del siglo XVIII totalmente restaurada y con un encanto especial. Tuvimos la fortuna de poder reservar una suite para nuestro alojamiento, y mereció la pena. Era muy elegante, de estilo campestre y de dos plantas, con una sala de estar independiente en la primera planta que hizo nuestra estancia súper cómoda y acogedora, como si estuviéramos en casa.

El primer día de caza lo tuvimos que suspender por el tiempo, pues amaneció lloviendo y con un fuerte vendaval. A pesar de ello, puntuales a las 8 de la mañana teníamos todo preparado para salir. Mi flamante Sauer S404, la mochila con todos los bártulos, y cómo no la ropa técnica que me haría soportar las inclemencias del tiempo. Un estupendo conjunto Blaser Active, ligero e impermeable que te facilita las cosas a la hora de andar por el campo sin tener necesidad de llevar más prendas pesadas. En vista de que la situación no cambiaba, y aún con dos días por delante, decidimos posponer la salida para el día siguiente. Eso sí, con las primeras claras que llegaron después de comer, aprovechamos para estirar las piernas y salir a hacer una ruta por las cercanías, y que a pesar del mal tiempo, pudimos disfrutar enormemente.

Pasada la tormenta, siempre llega la calma, como dice el refrán, y así, al día siguiente, despertamos con un bello amanecer, sin nubes, que permitió disfrutar de una jornada de caza espléndida.

Con todo el equipo preparado, comenzamos la subida por la cara norte de Gredos. Para esta ocasión, y como ya he comentado antes, confié en el Sauer S404 del .270 W., montado con un Zeiss Conquest DL 3-12x50, un conjunto ideal y muy técnico para la caza a rececho. En cuanto a la munición, sigo apostando por la Geco Express. Buena rasante, vuelo estable y un poder de parada magnífico, suficiente para el objetivo de hoy. Y es que nuestra misión era cazar un par de hembras viejas y que no estuvieran preñadas. Caza selectiva en estado puro, con el fin de aliviar la carga poblacional de la zona.

Al poco rato de comenzar la marcha vimos varios grupos de machos majetes. Conforme íbamos ascendiendo a las zonas de pastos más frescos veíamos más cantidad de cabras y machos, algunos de una talla importante. Nuestro objetivo era muy concreto, por lo que teníamos que estar muy seguros a la hora de seleccionar nuestra cabra. Pronto iba ser la paridera y no queríamos eliminar una futura madre.

Llegó el momento, tras cerca de una hora y media de caminata y desechar varias hembras preñadas, localizamos por debajo de nosotros un grupo de cabras pastando. Una de ellas presentaba una cornamenta muy larga y abierta, un rasgo no muy común en ellas. Con el catalejo no se le apreciaba la incipiente barriga, como sí manifestaban sus compañeras.

Preparé mi equipo, apoyándome en la mochila y en una piedra, mientras apuntaba a la cabra a través del Zeiss, me pasaron varios consejos de familiares y amigos por la cabeza. Apunté al codillo y dejé que mi dedo rozara el suave gatillo del S404. Un tirascazo fulminante acabó con su vida en el mismo instante. Cayó sobre sus huellas. Así puede hacerme con una bonita y original cabra. Me encantó mi primer lance de montaña.

Pero el día no había hecho más que comenzar, teníamos un segundo precinto disponible y nuestra intención era abatir otra cabra de las mismas características, por lo que proseguimos nuestra subida. A cada paso, hacia cualquier punto que dirigiera la mirada iba encontrando auténticas maravillas de la naturaleza. Enormes picos nevados, profundas gargantas, imponentes pedrizas y asombrosos saltos de agua. Un privilegio que el simple hecho de llegar hasta aquí ya merecía la pena. Un deambular tranquilo, disfrutando cada rincón de Gredos, hasta que sin darnos cuenta nos encontramos ante otra hembra vieja.

Repetí el procedimiento que tanto éxito tuve en el primer disparo. Me apoye en una piedra que parecía que me la hubiesen puesto expresamente para eso y esta vez no lo pensé tanto, a pesar de que la distancia casi doblaba el lance anterior. En el momento que la metí en el visor y tenía el punto iluminado sobre el codillo, toqué el gatillo con la misma suerte. La Geco Express voló unos 150 metros y el animal dio un salto para caer fulminada. ¡Qué alegría!

Pero este júbilo fue doble cuando cruzamos el caudaloso torrente que nos separaba de la otra vertiente en donde yacía la cabra. El animal, además de un bello trofeo, dada su longeva edad no tenía dientes, por lo que hicimos correctamente la selección, ya que otro invierno más no hubiese aguantado. Su cuerpo famélico indicaba que tampoco estaba preñada.

Seguimos ascendiendo la garganta hasta un lugar llano y cómodo, ideal para comer. Nos detuvimos para hacer un descanso y reponer fuerzas una vez teníamos el trabajo terminado. Frente a un remanso de agua especialmente bonito disfrutamos de las vistas y sonidos que nos regalaba la naturaleza. Música celestial para mis oídos.

Antes de que cayera la noche empezamos el descenso pasando por los mismos lugares en los que habíamos estado y recordando cada uno de mis lances. Entonces fue cuando me di cuenta de que se había terminado. Se me pasó el día volando y tener que volver a la rutina y a la civilización no era algo que me entusiasmara. Pero soy muy afortunada de haber vivido esta experiencia, la cual espero repetir pronto junto a mis amigos de Barco de Ávila.

Por último, agradecer a mi pareja por animarme a vivir nuevas aventuras y enseñarme a disfrutar de la caza de manera diferente a lo que estaba acostumbrada. ¡Me encanta poder compartir contigo esta preciosa afición!

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