Una obligación medioambiental: cazar

La población de ungulados silvestres de la Península Ibérica (ciervo, corzo y jabalí) ha experimentado en las últimas décadas, en términos globales, una explosión demográfica sin precedente. Habría que remontarse a siglos atrás para encontrar una abundanc


La realidad de que hoy hay muchos más animales de fauna mayor que en los últimos años se puede constatar por sus índices de presencia: avistamiento directo, huellas que vemos por los caminos, hozaderos de jabalí, uso de la vegetación para alimentarse o rascar sus cuernas etc… Nos hacemos una idea general de la gran abundancia actual de estos animales sin necesidad de recurrir a herramientas técnicas de censado.

Cazar es una obligación ante poblaciones venatorias que presenten elevadas densidades, ya que esto compromete a medio plazo la presencia de los animales en ese medio, pues las sobrepoblaciones hacen que la fauna entre en competencia por los recursos que se han vuelto escasos, y así el estatus sanitario empeora, los animales se debilitan por la pobre alimentación y pasan a ser susceptibles de contraer enfermedades presentes en el medio, como por ejemplo la sarna, que no afectaría si los animales estuviesen fuertes. Pero estas enfermedades, una vez adquiridas, se disparan y se propagan por contagio. Es un mecanismo de regulación drástico que hay que evitar a toda costa mediante una buena gestión y planificación cinegética. Ya que llegado este caso los animales desaparecen casi totalmente del medio, siendo después extremadamente lenta la recuperación de la población.

Cazar también es una obligación cuando el animal está próximo a la senectud, padece alguna anomalía hereditaria o enfermedad contagiosa. De ahí la caza selectiva, considerada por muchos cazadores la más deportiva, ya que se ha de recechar un animal determinado y no el que depare el azar.

Y cazar es una obligación ante situaciones de peligro para las personas. Algunos animales pierden ligeramente su carácter silvestre y tienden a frecuentar las vías de transito, dando lugar a que ocurran accidentes. Este hecho ha de ser llevado al mínimo mediante las herramientas técnicas de gestión de las que disponemos. Es una realidad que el vallado general de las vías de transito es inviable; pues además de serlo en términos económicos, no sería medioambiental ya que rompería la conexión de los corredores ecológicos, que en muchas ocasiones, para algunas especies, abarcan grandes extensiones de terreno. Los pasos de fauna no funcionan, sean subterráneos o puentes, solo son frecuentados por especies oportunistas como los zorros.

Hoy las distintas Administraciones de Medio Ambiente, conscientes de lo que puede ocurrir, porque ya ha ocurrido (ejemplos, la sarna que diezmó al rebeco, descastes de jabalíes en zonas próximas a urbanizaciones), realizan esa labor profiláctica a cencerros tapados, esto es, sin publicidad. Con lo que hurtan un derecho al cazador, al que cada vez ponen más trabas para el ejercicio de la caza con esos cupos irrisorios que conceden a los cotos, algunas veces colindantes con reservas en las que se eliminan animales para no sobrepasar la capacidad de carga del medio.

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