Montear no es solo disparar

La montería es una manera de cazar que es practicada desde mucho tiempo atrás. En ella son fundamentales los perros, ya que sin ellos sería imposible llevarla a cabo. Hay diferentes modos de montear según la región y las razas de canes.


El montero antiguo, conocedor de las costumbres de la caza mayor, encontraba la pieza encamada siguiendo con su perro el rastro dejado por ésta durante la noche, lo que en la jerga venatoria se llama emplazar. Actualmente la palabra montero la utilizamos más para referirnos a los cazadores situados en las armadas. Pero la realidad es que todos los que participamos en la cacería somos monteros. La montería es una caza en equipo, en la que los perreros que dirigen los canes para batir el monte y hacer salir las reses hacia donde se encuentran los tiradores, actúan como los antiguos cazadores. La estrategia consiste en levantar la caza para hacerla llegar a la línea de armas. Esta modalidad venatoria deriva de la caza prehistórica tribal. Cuando el hombre era cazador por encima de todo y su labor cotidiana era procurar la obtención de comida, se organizaban cacerías en equipo con útiles, nada rudimentarios para la época, y técnicas depuradísimas. Hay un rasgo histórico permanente en toda la historia de las monterías arcaicas, y es que todos los participantes eran considerados cazadores y participaban por igual en el reparto del botín cinegético. En tiempos más cercanos a nosotros aparecen los privilegios. «La caza es para el señor». Tenemos constancia escrita en el Libro de Montería de Alfonso IX, a principios del siglo XIV, de esta modalidad de caza. En él se describen las armas, la utilización del terreno, así como los sitios donde colocar a los ojeadores, las armadas y las atalayas. Este libro es fundamental para el conocimiento de la montería moderna, en la que ha cambiado el concepto mismo de caza, como acción de cazar para obtener comida, actualmente el planteamiento de la montería podría perder parte de su esencia, al no valorarse el reparto de la carne y apreciarse solo el trofeo individual. Así los jaleadores con sus rehalas son trabajadores a favor de los cazadores, que en este caso sólo serían los tiradores. De esta forma el cazador exitoso sólo es el que ha podido disparar y lo ha hecho con fortuna, y las más de las veces se olvida que ese éxito es colectivo. Todos los tiradores, situados estratégicamente en las armadas y traviesas, han contribuido al desenlace al cubrir el total de los puestos que conforman la montería, dando lugar a que el animal pase por alguno de ellos. Como también han contribuido de un modo fundamental los perreros batiendo el monte. No disparar no significa no cazar, todos los participantes tienen el mismo mérito para que la montería sea un éxito. Asistí a una cacería de alce en Finlandia. El grupo de cazadores que me invitó, todos nativos, solamente tenía permiso para abatir un ejemplar, éste se logró, se repartió la carne en lotes iguales y el trofeo se sorteó entre los asistentes. Hay que valorar la buena estrategia montera más que las capturas. Ortega, en su libro Sobre la caza y los toros, escribe: «No es esencial a la caza que sea lograda. Al contrario, si el esfuerzo del cazador resultase siempre indefectiblemente afortunado, no sería esfuerzo de caza, sería otra cosa».
Comparte este artículo

Publicidad