Sostenibilidad rural

El uso masivo del término sostenibilidad está vaciándolo de contenido. Demasiada gente está manipulando y retorciendo su significado, hasta el extremo de esterilizar este vital concepto integrador.


La sostenibilidad se refiere al manejo integrado de todos los valores, usos y recursos presentes en los espacios más o menos naturales: a la acción del Hombre rural sobre sus paisajes; ni sus partes (lo social, lo técnico-ecológico y lo económico) ni los mismos objetos de este manejo (los múltiples valores, usos y recursos) pueden ser por sí solos sostenibles. Solo en ese marco de manejo global del territorio cabe hablar de sostenibilidad (también) de la caza; pero nunca cabe hablar de sostenibilidad de la caza por sí misma.

En fechas recientes se ha conseguido asentar entre los colectivos de cazadores la idea de que la caza es un recurso natural renovable viviente más; pero todavía no se ha conseguido establecer la idea de que es además un valor y un uso relevante de los espacios rurales.

  • Valores. Llamamos así a los no-usos: valores de existencia (todo componente del medio natural y cultural tiene un valor por el mero hecho de existir), oportunidad (todo valor podría significar unas potencialidades, tal vez sin descubrir aún), legado (hacia las generaciones venideras) y opción (poder usarlos, aunque no se usen). Los valores suelen ser los que justifican las medidas de Conservación a aplicar en cada lugar y momento. El problema es que esas recomendables medidas, suelen convertirse en un catálogo de prohibiciones: cosas a no hacer. Se olvidan los prohibidores de la Paradoja de la no-intervención: La no-intervención es una intervención, porque inevitablemente tiene su propio impacto sobre los valores, usos y recursos presentes. Todos estos incalculables valores ecológicos, a los que con tanta ampulosidad suelen referirse algunos, son expoliados socialmente a quienes con su trabajo los generan/aban dentro de sus propios paisajes culturales, y acaban convertidos en arbitrarias e impremeditadas limitaciones al sano manejo racional del universo rural. Es el proceso que bautizamos hace años como de Folklorización de la Naturaleza. Algunos ignoran que todo cuanto existe depende hoy del Hombre. Hombre y Naturaleza forman un matrimonio indisoluble, en la vida y hasta más allá de la muerte. Por separado… ¡Apañados van! Aunque algunos quieran negarlo, la fauna cinegética también es un valor en sí misma, tan valioso o más que cualquier otro y de ella dependen además muchos de ellos, como por ejemplo la Conservación de muchas especies protegidas.
  • Usos. Son usos los beneficios que el Hombre disfruta, sin necesidad de captar biomasa alguna; por ejemplo: turismo rural, senderismo, ciclismo, observación de aves, fotografía de la Naturaleza… Aunque no captar no es no impactar, algo que algunos de estos usuarios pretenden ignorar. De nuevo los usos no suelen generar ingresos a los gestores directos del territorio: agricultores, ganaderos, selvicultores, cazadores… Al contrario, suelen convertirse en nuevas limitaciones, en más cambios culturales, y en nuevos expolios sobre el medio rural. Dicen que los usos a veces dan dinero; sí, pero a otros, no a los que gestionan directamente el territorio que disfrutan esos usuarios. La fauna cinegética da origen a muchos de estos usos.
  • Recursos. Son recursos naturales renovables vivientes los capaces de generar con su crecimiento unos excedentes de biomasa que deben ser obligadamente extraídos: bosques, pastizales, caza, pesca, manejo de la biodiversidad…. Solo los recursos suelen contribuir a mantener hoy el escaso manejo que queda en buena parte de nuestros espacios rurales más naturales. La caza es también un recurso, tan valioso o más que cualquier otro e integrador de muchos de ellos.

Cuando las necesidades sociales han evolucionado en las últimas décadas hacia una mayor demanda sobre los valores, usos y recursos, carece de sentido común el que esta demanda no se traduzca en nuevas fuentes de ingresos para los gestores directos de los espacios rurales.

El abandono del manejo racional de nuestros espacios rurales es un hecho cierto e innegable, y que está claramente inducido por el expolio ejercido por el universo urbano sobre los valores, usos y recursos generados en el campo. Este abandono del territorio es el problema ambiental principal que España padece. Frente a la entidad de este abandono y la consecuente extinción de las culturas rurales y de los paisajes a ellas asociados (paisaje y paisanaje: el Hombre como alfarero del paisaje), cualquier otro problema ambiental no pasa de ser una mera floritura. Este abandono del manejo del territorio y la consecuente despoblación rural no son hechos casuales, sino causales; causados por la prevalencia prepotente de un electorado urbano gorrón y de unos políticos eco-demagogos y eco-expoliadores, sin una conciencia ambiental real y operativa, bien pegada a la tierra de nuestros mayores.

La sostenibilidad del manejo de todos los valores, usos y recursos generados en un espacio depende su viabilidad económica, del pago directo o indirecto del justiprecio debido por los costes de generarlos. Hoy, cuando estamos expoliando buena parte de todos esos valores, usos, y recursos ¿Qué otra cosa que despoblación, abandono del territorio, y pérdida de los valores naturales y culturales del cada paisaje rural podríamos esperar? Urge proponer y alcanzar una nueva política ambiental. Nuestro aforismo es claro: Si el que contamina paga, el que genera beneficios ambientales debe cobrar. No hablamos de las cutres ayudas de la PAC ni mucho menos aún de sus pérfidos y siniestros efectos perversos; hablamos de responsabilidad ambiental, social e individual.

El manejo de la caza, considerada su sostenibilidad aisladamente, acaba entrando en colisión demasiadas veces con agricultores, forestales, ganaderos… La caza colisiona así con sus aliados naturales, con quienes padecen idénticos problemas de gorroneo, expolio e intervencionismo que ella misma: con los gestores del territorio. No hay que luchar solo por la caza, sino por todo el universo rural, y para ello hay que saber a quién abrazar, y quiénes son los verdaderos enemigos.

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