La escopeta semiautomática

Este tipo de escopetas se abre paso de manera imparable en el mercado. Pensadas en un principio para unos fines muy específicos, es común hoy verlas en el campo en cualquier modalidad de caza; pero... ¿está justificado este éxito?


Actualizado

A finales del siglo XIX, con las básculas sin perrillos, el proceso del disparo se resumía a cargar y tirar, ya que ni siquiera era necesario montar los inexistentes perrillos. Pero en 1880 en Estados Unidos apareció la escopeta Spencer que tenía cargador y un sistema de palanca como los rifles y carabinas Winchester y, al poco tiempo, Remington presentaba el sistema de trombón inventado por Browning, usado hasta hoy.

Aparece la semiautomática

En 1902 el mismo Browning crea la primera escopeta de ciclo semiautomático fiable

En 1902 el mismo Browning crea la primera escopeta de ciclo semiautomático fiable. Su sistema de accionamiento era el que se conoce como de largo retroceso del cañón que puede parecer similar al de corredera, ya que el cargador y la pieza elevadora de cartuchos funcionan de igual forma, pero cuya similitud es sólo superficial. En el fondo hay grandes diferencias.

Se basa en que durante el avance de la munición por el cañón no hay retroceso. Pero cuando los plomos salen del cañón, la presión que queda en el fondo hace que el culote empuje todo el conjunto hacia atrás y tanto el cañón como el cierre retroceden.

Aproximadamente a los dos tercios del recorrido, la energía consumida es tanta, que el cañón se agota y se detiene; el cierre entre tanto, debido a su menor peso, continúa hasta el tope trasero donde se realiza la expulsión; el cañón, por su parte, ha vuelto a su posición inicial merced a la acción del muelle recuperador. Justamente esto determina que en algunos sitios se conozca a este método como el sistema de muelles o resortes.

Al volver hacia adelante, el cañón descubre el elevador con un nuevo cartucho que el cierre se encarga de arrastrar hacia el interior de la recámara. La percusión ya está montada y el arma lista para efectuar un nuevo disparo con sólo apretar el gatillo.

Remington en Estados Unidos y FN de Bélgica comenzaron a fabricarla dándose el rarísimo caso de que ambas casas compartieran su producción siendo la única escopeta disponible con disparo semiautomático.

Así pasó medio siglo, lo cual es mucho tiempo en la evolución de las armas, y nada parecía cambiar. Entonces nuevamente la casa Winchester anunció su modelo 50 que en realidad quedó puesto a punto en 1954 (52 años después que la inmediatamente anterior).

Esta escopeta buscaba rebajar la pegada en el hombro producida por el del cañón. Para ello separó la recámara del resto y sólo esta parte era la que retrocedía junto con el bloque de cierre. Pero surgió un problema con el que no se contaba: el plomo de los perdigones y la combustión de la pólvora ensuciaba mucho el exterior de la recámara, deteniendo el funcionamiento después de una determinada cantidad de disparos.

Pero, volviendo un momento al sistema de largo retroceso o de muelles, hay que decir que no ha quedado obsoleto y todavía hoy se fabrican armas con él (algunas de muy buena calidad, como la Browning modelo A5) aunque, en rigor, debido al costo de producción de estas armas y la calidad de materiales que requieren, no ha habido escopetas mediocres realizadas con este sistema.

Las modernas

Cualquier semiautomática trabaja con uno de los sistemas apuntados siendo el de gases el que gana terreno día a día

Más adelante se desarrolló un sistema semiautomático que funciona tan bien que actualmente es ampliamente utilizado: se trata del sistema por inercia de masas. Para retardar la apertura del cierre hasta que las presiones descienden, se interpone un muelle que, junto al peso y la inercia del cerrojo, retrasan un momento la apertura. Momento fugaz pero suficiente para que cuando se desplaza el cierre, el ciclo se produzca sin inconvenientes. Por otra parte, el muelle se comprime más, cuanto mayor sea la potencia del cartucho; de esta forma se pueden disparar todo tipo de cargas, desde muy suaves hasta magnum, sin que se produzcan fallos de alimentación ni encasquillamientos. Son armas realmente fiables.

Pero, por muy fiable que sea lo que hay, siempre alguien quiere mejorarlo, y esto era lo que pretendía la marca High Standard cuando en 1955 fabrica una escopeta que aprovechaba los gases de la combustión para desbloquear el cerrojo. Esto consiste en tomar una pequeña parte de la presión en el cañón y dirigirla hacia atrás a través de un tubo dentro de la chimaza, para empujar un émbolo que abre el cierre.


Las tomas de gases modernas autocompensadas como la de la foto, permiten usar cargas suaves y hasta magnum sin producir fallos.

El sistema no era nuevo y ya se utilizaba en fusiles y ametralladoras, pero en la escopeta presentó un inconveniente: los cartuchos de la época no tenían taco contenedor y hacían pasar la munición directamente sobre el orificio de toma de gases que se emplomaba paulatinamente, lo cual terminaba por interrumpir el ciclo de recuperación y el arma se detenía.

Pero como el sistema era bueno, y los cartuchos pasaron a tener taco contenedor de plástico que eliminó el contacto de los plomos con el cañón, era natural que resurgiera. Tanto que hoy en día, cualquier escopeta semiautomática trabaja con uno de los sistemas apuntados, siendo el de gases el que gana terreno día a día; aunque también tiene su inconveniente: obliga a disponer de mecanismos muy robustos que en las armas con recámara para cartuchos magnum acusan mucho el retroceso. Por ello es que actualmente se han realizado avances en el sentido de lograr que funcionen tanto con carga suave como potente. La solución ha sido la incorporación de una válvula autorregulable en la toma de los gases que le otorga un accionamiento similar al de la apertura retardada por inercia de masas. De esta forma, independientemente de la carga del cartucho, se puede usar un cerrojo con menos masa que pega menos.


El polichoke de una escopeta de un sólo cañón es una ventaja imaginaria.

Hay dos tipos de válvula autorregulable, una que toma toda la presión, para luego liberar la que resulte sobrante; y otra que a medida que acciona, va aliviando cada vez mayor cantidad. Entre las primeras, se encuentra la de la casa Beretta en Europa, que al abrirse descubre unas ranuras en la parte inferior de la chimaza por donde comunica al exterior aliviando la presión excedente. Entre las del segundo tipo, un buen ejemplo puede ser la de accionamiento progresivo de Remington en Estados Unidos.

Actualmente las semiautomáticas están en evolución integrando novedades como el sistema para retirar manualmente el cartucho en recámara sin que la misma se vea alimentada por otro desde el cargador: Esta posibilidad se denomina en Europa cut-off y en América se le conoce generalmente como safe-unload. Definitivamente, una semiautomática actual guarda ya poco que ver con una de aquellas primeras.

Todo tiene un motivo

El breve repaso anterior, sobre el desarrollo histórico de estas armas, tiene su porqué. Tradicionalmente, en Europa la caza ha estado muy ligada a la consecución de alimento y la cocina de caza actual de la culinaria europea hace que esto siga así. Por contra en América, la necesidad de alimento conseguido por este método fue siempre mucho menor debido a la disponibilidad de carne de pradera; pero, en cambio, la demanda del tiro como actividad deportiva rápidamente superó en varias veces a la europea.


Nótese la distinta curvatura hacia afuera llamada ventaja (en inglés: cast-off) que marca la diferencia entre ambas.

Mientras en el Viejo Continente se utilizaban escopetas yuxtapuestas de equilibrio y configuración ideales para la caza de campo; en el Nuevo Mundo se hizo patente la necesidad de escopetas para tirar a unos gansos salvajes que efectuaban su pasada a una altura jamás vista antes, matar en el monte enormes pavos tan sigilosos como un rebeco y, sobre todo, para las bulliciosas modalidades de tiro en clubes y recintos cerrados, que florecían como los casinos de tertulia lo hacían en la cultura europea. Para estas modalidades donde el tiro era más de precisión que habilidad, y donde la forma de tirar se asemejaba más a la de un rifle que con una escopeta a tenazón, una de estas que tuviera un solo cañón, similar a un arma de caza mayor, resultaba una idea muy seductora.

Por otra parte, cuando una bandada de gansos pasa a cien metros de altura, aunque se repitan cinco o más tiros, a todos se les corre la mano de igual forma y la necesidad del choke es la misma desde el primero hasta el último disparo. No sucede igual cuando en nuestro medio se arranca una perdiz a quince metros de nosotros y repetimos el tiro cuando está a más del doble, y que, además, vuela con una velocidad angular enorme (motivo de las dos y cuatro estrellas). También está que disponer de muchos tiros sin recargar (hasta ocho en algunos modelos) es una forma de aprovechar la abundancia americana. Esta combinación de motivos, y no otra consideración, es la razón de que existan las escopetas semiautomáticas de un sólo cañón. Pero… ¿valen para nuestro medio?

Para empezar digamos que, salvo los ojeos, en nuestro país se caza andando.


Las escopetas semiautomáticas pueden cargar más de dos tiros pero la nueva ley las limita a sólo tres.

En una escopeta yuxtapuesta, la propia forma del arma permite que la culata tenga una acentuada curvatura que pone la cantonera muy afuera con respecto a los cañones. Esto se llama ventaja y sirve para compensar la distancia entre la clavícula y el ojo del tirador. Con esta configuración el tirador que camina de frente puede levantar el arma y apuntar casi sin perfilarse, apuntando casi de frente.

En una semiautomática la culata es mucho más recta y el tirador debe ladearse retrasando el hombro para realizar la puntería. Esto retarda el tiro en unos metros de desplazamiento de la presa, que tanto al conejo como a la perdiz —y no digamos a la becada— marcan la diferencia. En el club se tira con el arma en la misma posición y, a veces, arrancando desde el propio hombro. En estos casos el inconveniente se vuelve una ventaja.

También argumentan como favorable, los defensores de estas escopetas, que por lo general tienen cañones más largos, y, efectivamente, es así. Esto responde a que al ser uno sólo pesa menos, lo cual permite alargarlo, ya que con el doble de longitud pesaría igual que una de dos cañones con la mitad del largo. Pero…

Muchas veces (pero muchas) cazamos entre jaras, retamas y otras hierbas donde un cañón largo se engancha y significa más un engorro que una utilidad. Por otra parte, con las nuevas pólvoras, tacos de acción progresiva, recámaras con conos de forzamiento largos, y chokes mejorados, una escopeta actual con un cañón muy corto, consigue un comportamiento como el de las antiguas con cañones muy largos.

Hay todavía una última defensa en favor de estas armas. Lo constituye la capacidad de múltiples cartuchos. Sin embargo...


Con una escopeta tradicional, debido a su culata, se tira casi de frente y muy rápido.

Salvo muy raras excepciones, es difícil que se nos plantee la posibilidad de repetir el tiro en las mismas circunstancias. En otras palabras: si en nuestra escopeta de dos cañones tenemos un primer choke que va desde mucho para una situación hasta poco para otra, y a continuación tenemos otro que arranca donde se quedó el primero y nuevamente cubre avatares desde lo mucho hasta lo poco es obvio que disponemos de una gran variedad de oportunidades poniendo algo de nuestra parte.

Con la escopeta monocañón disponemos de un sólo choke y, además, con agravantes: es cierto que las modernas tiene chokes intercambiables y hay una amplia gama de los mismos, pero no resulta operativo pedirle al ave en un ojeo, que se entretenga en dar una vuelta en círculo alrededor de nuestro puesto mientras cambiamos el polichoke para soltarle un segundo intento. Además, los chokes intercambiables son menos efectivos que los fijos y con los cañones largos los chokes trabajan peor.

Para ponerle una guinda al pastel, aunque usted se compre una escopeta con capacidad para alojar cinco cartuchos en el almacén, la legislación actual se los limitará a tres. En fin, que el lector saque sus conclusiones.

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