Divergencias norte-sur

De nuevo febrero se presenta como un mes donde las diferencias comportamentales entre las poblaciones de corzo, siguen siendo conspicuas. Podemos seguir hablando del corzo del norte y el del sur, del que mantiene una territorialidad anual y del que está sufriendo los mayores rigores invernales de la Península.


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Una climatología menos adversa permite a las poblaciones del sur mantener conductas de mayor interactividad entre los individuos

No debemos olvidar que la diferencia en su conducta, como se deja entrever en esta categorización geográfica, procede en un primer término de las diferencias climáticas entre ambas realidades peninsulares. El frío extremo obliga a las poblaciones norteñas a cesar en buena parte de sus actividades habituales, y éstas se someten en último término a la supervivencia del individuo relegado en grupos familiares. Una climatología menos adversa permite a las poblaciones del sur mantener conductas de mayor interactividad entre los individuos y seguir medrando en torno al interés reproductivo del individuo, motor de buena parte de la actividad que podemos observar en este mes.

© Guy Fleury.

Y febrero puede definirse como un mes parejo al de enero en lo que se refiere a los ciclos del corzo. Eso sí, ya podemos eliminar buena parte de la excepcionalidad que se daba en algunas conductas del corzo en enero, y podemos pensar en otras, que nos recuerdan a la plenitud primaveral que está por venir.

De nuevo, tal y como acontece para otros meses vistos en esta serie sobre el corzo ibérico, es en los machos donde más divergen las conductas respecto a las dos poblaciones descritas. Las hembras de nuevo coinciden en buena parte de su comportamiento, como consecuencia de una estrategia común para consumar el objetivo de cada año, consistente en el éxito reproductivo de sus propias crías.

Veamos, como cada mes, el momento en la biología de esta especie y las diferencias entre los dos sexos, y consideremos también las implicaciones de estos momentos comportamentales en la gestión.

Corzos norteños

Las hembras de nuevo coinciden en buena parte de su comportamiento

Podemos establecer una continuación de los comportamientos en el macho para febrero, con las diferencias lógicas por el devenir del tiempo. En términos generales, sigue siendo habitual la presencia del macho en unos grupos familiares que se unen entre sí para sortear los rigores del invierno, esto, en el corzo cantábrico y del norte peninsular. En estas poblaciones sigue siendo el objetivo básico la supervivencia y la búsqueda de alimento como combustible para ahuyentar el frío y la debilidad. No debemos olvidar que en los inviernos rigurosos del norte peninsular, existe una gran mortandad de individuos debido al frío, o por la debilidad que muestran frente a los predadores.

Febrero es un buen momento para suplementar la alimentación de los corzos septentrionales, ya que en este mes su umbral de debilidad por la falta de recursos puede estar al límite. © Custodio Torres.

Los datos sobre la supervivencia de corzos nacidos en el mismo ciclo anual en el norte de España, ofrecen tasas muy bajas con respecto al ubicado en las poblaciones más meridionales, ya que buena parte de este reclutamiento perece durante el invierno merced a las causas antes mencionadas. Estas poblaciones, por tanto, se encuentran muy alejadas aún de comportamientos relacionados con la territorialidad o la paridera, tal y como se deduce de los grupos sociales establecidos o de la propia observación de su conducta. Como norma excepcional, ya podemos encontrar los primeros machos con la correa desprendida de su nueva cuerna; los individuos que se encuentran en este momento, si atendemos a lo que sucede en todas las poblaciones donde describen este proceso, corresponde a aquellos de mayor edad dentro de la clase de machos adultos.

La intensa actividad meridional

Bien distinta es la situación en los machos de las poblaciones más sureñas. Si en enero teníamos a los machos más viejos con el desarrollo de la cuerna completo, en febrero completarán este desarrollo la práctica mayoría de los machos adultos; los jóvenes, en este caso, aún no habrán tirado la correa y, si en otros aspectos de su morfología nos resulta difícil diferenciarles de los machos, con esta referencia resultará bastante fácil hacer esta separación; si nos ajustamos a la primera quincena del mes de febrero, casi podemos descartar el descorreado de ningún individuo joven y sí únicamente de los individuos de mayor edad. Recordemos que ya desde diciembre podemos encontrar corzos descorreados en montes centrales o del sur.

Abstraídos en sus afanes territoriales, en febrero es más fácil cada día encontrar machos solitarios en un intenso grado de actividad. © Valentín Guisande.

Este momento en el corzo destapa otras conductas que pueden verse favorecidas por el desarrollo de la cuerna, pero que no son inherentes a este suceso. Ya hemos comprobado a lo largo de estos meses que el comportamiento comunicativo por medio de marcas en el campo, se da a lo largo de todo el invierno. Es lógico suponer que, con la cuerna funcional, este comportamiento de marcaje se incremente de manera importante. Efectivamente, son numerosas las marcas que ahora podemos encontrar sobre los sustratos leñosos, preferentemente sobre aquellos que mantienen su hoja, evitando caducifolios como robles o castaños.

El mensaje del marcaje

¿Es gratuito este marcaje o tiene un significado más allá del propio daño producido? En efecto, este marcaje tiene una finalidad y un mensaje concreto, y va dirigido a un grupo de individuos en particular. En estos momentos, el corzo dirige sus señales a otros machos y el contenido de éstas parece querer dejar en evidencia la posesión y límites de un territorio concreto. Ya vimos cómo las luchas territoriales comenzaban en diciembre, y será éste el mes en el que concluyan. Podemos asegurar, en función de los datos obtenidos, que en febrero la cuestión territorial queda definitivamente establecida entre los machos de un mismo territorio.

Abundando sobre lo anterior, podemos afirmar que febrero es el mes en el que más luchas territoriales se producen… y concluirán aquí, pues en el mes de marzo será difícil encontrar una lucha entre machos adultos.

Otra cosa será la expulsión del territorio de machos jóvenes. Son ya numerosos las crías macho que han sido excluidos del seno materno y vagan, posiblemente, en busca de un lugar tranquilo, pues el territorio habrá de venir mucho más tarde. Y decimos un lugar tranquilo, porque estos machos de casi un año de vida son agredidos constantemente por aquellos otros territoriales que tienen en suerte toparse en su vagabundeo. Tal es la presión a la que se ven sometidos, que pueden permanecer en una zona de pocos cientos de metros cuadrados, inmóviles durante días, hasta que tienen el infortunio de que el macho territorial acierte a pasar por ese trozo de bosque.

Es fácil que su deambular no acabe en este mes, pero sí es el mes en el que muchos, separados de la protección familiar, encuentren la muerte a manos de un predador.

Derivado de lo expuesto hasta este momento o como deducción de todo lo dicho, es fácil imaginar a un macho embebido en sus quehaceres territoriales, apostando por una época de celo que aún está lejana, pero cuyo éxito puede resolverse ahora. Como es normal, esta intensa actividad le separa cada vez más del grupo familiar con el que ha podido pasar buena parte del tiempo desde el desmogue en octubre. Es más fácil cada día encontrar machos solitarios en un intenso estado de actividad, lo que hace que el observador pueda ser avistado desde cientos de metros, o que se choque, provocado por su estado de excitación, con aquél que es objeto de su búsqueda.

La inevitable espera de las hembras

Podemos asegurar, en función de los datos obtenidos, que en febrero la cuestión territorial queda definitivamente establecida entre los machos de un mismo territorio

En las hembras es todo muy diferente. Ellas parirán dentro de poco y, cuando llegue el celo, no tendrán problemas a la hora de buscar y acaso de elegir entre sus pretendientes. Por ello, tantos calentones, peleas, marcajes, carreras y berrinches varios que han de soportar los machos, son una anécdota para ellas.

Sí podemos hablar, de todas formas, de una diferencia entre las hembras del norte y del sur, respecto a la gestación de sus fetos. Es normal que las corzas del sur tengan fetos más desarrollados, pues parirán antes. Pero existen diferencias en aspectos más visibles dentro de su comportamiento. Mientras que en el norte se mantienen los grupos familiares y las crías nacidas el año anterior permanecen cada momento dentro de esta matriz, soportando los rigores y evitando los predadores, no sucede lo mismo con los correligionarios de las poblaciones meridionales.


En el norte peninsular sigue siendo usual la presencia del macho en unos grupos familiares que se unen para sortear las crudezas invernales. © Valentín Guisande.

En efecto, el grupo familiar formado por la hembra, las crías del año anterior y, si acaso el macho, se desmorona. Ya hemos visto que el macho tiene tareas ineludibles que le llevan a un trajín impensable dentro del grupo familiar. Además, el acercamiento a la paridera despierta una conducta de alejamiento de la hembra respecto a sus crías, que puede incluso tornarse agresiva. Este alejamiento será definitivo en el mes de marzo para todos los grupos familiares, pero estas expulsiones que tuvieron su inicio en octubre, son ostensiblemente visibles en febrero, momento en el que nos encontramos. Estas crías expulsadas por las hembras serán muchas, y a todas ellas los machos territoriales perseguirán y de nuevo expulsarán de sus territorios, haciendo un sin vivir, lo que hasta ahora había sido una vida placentera de todos estos individuos junto a sus madres.

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